Cuatro décadas. Ese es el tiempo que ha pasado ya desde que el 3 de abril de 1979 se celebraran en España las primeras elecciones municipales de un Estado democrático que por entonces daba sus primeros pasos. No es baladí que los españoles -y, por ende, los aragoneses- acudieran a las urnas en tres ocasiones en menos de seis meses, después de más de 35 años de dictadura. La primera, en diciembre del 78, por el referéndum de la Constitución; la segunda, con las elecciones generales de marzo del 79 y, por último, la tercera, para votar en los comicios municipales de abril. Cuarenta años después, algunos regresarán el 26 de mayo por undécima vez para reecontrarse con algunos de los protagonistas de entonces, todavía en activo.

Está por ver si será el caso de Manuel Murciano, que tras 40 años como alcalde de Moscardón, hoy por el PAR, y a sus 78, tiene «sin decidir todavía» si volverá a optar a la alcaldía de la localidad turolense. En 1979, recuerda, él «acababa de volver» al pueblo, tras diez años en Francia, y por ello conocía lo que era un régimen democrático, pero no la política. De hecho, tras cuatro décadas, sigue sin considerarse político, «yo lo he hecho todo por mi pueblo», allí o en la Diputación Provincial de Teruel.

Se encontró un pueblo «sin agua corriente, con luz cuando quería y con muchos problemas» para montar su explotación de conejos. Pero a base de trabajo, «siempre hay cosas que hacer», mejoró. Su mayor orgullo es haber dejado Moscardón moderno y sobre todo joven, «con 12 niños en la escuela de 60 habitantes».

Esmeraldo Marzo también es alcalde de Mainar desde hace mucho, 46 años y medio. De hecho, y como recuerda, accedió al cargo en los últimos años del franquismo, a principios de 1972. Su candidatura siete años después (con UCD, luego con el PAR) logró los cinco concejales del municipio. «Las primeras elecciones las recuerdo con mucho interés, con ganas de hacer las cosas bien», recuerda.

Tras casi medio siglo como primer edil de la población zaragozana, Marzo se retirará de la política. «Tienen que entrar otras personas más jóvenes, que ya tengo 76 años», explica. Un periodo que le ha permitido conocer el desarrollo de la democracia en España, y presidentes de diputación de los que guarda buen recuerdo, como Hipólito Gómez de las Roces o Gaspar Castellanos. Pero su mayor satisfacción ha sido trabajar por su pueblo, y sin lucrarse. «No he cobrado nunca un céntimo. Lo he hecho solo por eso, para que nuestro pueblo fuera para adelante», con «mucho tiempo y sacrificio».

No todos los pioneros del municipalismo respondían a este perfil sin bagaje político. Otros, como el abogado Francisco Polo, venían curtidos del sindicalismo y la política clandestina cuando su formación, el Partido de los Trabajadores de Aragón, obtuvo dos concejales en Zaragoza en 1979 y acabó formando coalición con el PCE y el PSOE, para investir alcalde a Ramón Sainz de Varanda.

Polo recuerda la ilusión general, «muy por encima del miedo, que solo volvió en el 81». Rememora el importante aporte sindical y los movimientos vecinales contra el urbanismo caciquil heredado del franquismo, con el que ningún partido de izquierda estaba en connivencia. A esa falta de «hipotecas políticas» achaca que se fraguara un pacto «en 72 horas, intensas». Algo inconcebible hoy entre ZeC y Podemos, no digamos con el PSOE.