Los vecinos de Mequinenza siguen sacando a flote cachitos del Poble Vell (pueblo viejo), abandonado a la fuerza en los años 60 por la construcción del embalse de Ribarroja. En esta ocasión, la asociación La Dona se ha propuesto recuperar la identidad de sus calles y plazas elaborando rótulos de cerámica con sus antiguos nombres.

El agua ha devuelto parte de lo que se llevó. Restos de muretes que aventuran los viales de aquel pueblo ahora en silencio por el que sigue paseándose el espíritu del escritor Jesús Moncada. Allí también quedaron atrapadas las historias de muchos de sus convecinos, que ahora podrán recrear esos paseos camino de las plazas de la Iglesia o de las Armas.

"Es una iniciativa que ha despertado gran interés, especialmente entre la gente mayor, que tiene la ilusión de volver a ver los nombres de las calles del pueblo viejo. Es muy emotivo", explica la alcaldesa Magdalena Godía.

Las encargadas de sacar adelante esta tarea son las mujeres de la popular asociación La Dona. Tras reunirse con la edil, se pusieron a trabajar para recuperar los indicativos. Con su tesón han logrado la reparación de un antiguo horno de cerámica que ya se daba por imposible y con el que ya se fabricaron las placas del pueblo nuevo. "Se estropeó hace años y no había forma de acertar con el problema", recuerda Godía.

Estos días las mujeres de Mequinenza se afanan con el dibujo de los carteles. "Está quedando muy bien", presume orgullosa Rosa María Obiol, vicepresidenta del colectivo, que cuenta con 600 socias.

"Le pedimos a mi hermano Gilberto que nos pintase unos bocetos de cómo eran antes las calles porque algunas ya vamos teniendo una edad, pero la gente joven no las llegó a conocer", explica.

En total, 38 restos de calles a las que devolverles su identidad, sin olvidar los viales que todavía siguen bajo las aguas. "Todavía no sabemos cómo colocaremos las cerámicas, pero está siendo muy divertido", concluye con satisfacción.