El Casademont Zaragoza hizo lo más difícil, reconducir una temporada que se había torcido, y mucho, encaminándose al desastre. Una mala planificación en verano y un técnico que no encajó sumieron al equipo en una dinámica muy negativa que le llevó a los últimos puestos de la clasificación. Hubo que cambiar el banquillo y también recomponer un equipo con el puesto de cuatro mal resuelto y un cúmulo de lesiones en el base como problemas más evidentes. La llegada de Sergio Hernández, la recuperación de jugadores y la incorporación de Harris cambiaron la cara del equipo.

El conjunto aragonés pasó de ser un grupo que siempre estaba más cerca de la derrota a otro que siempre estaba más próximo a la victoria. De firmar el peor arranque de su historia, a ser derrotado solo por el Baskonia durante dos meses de competición. Sin embargo, cuando todo parecía arreglado y el Casademont iba embalado soñando con el playoff en la Liga Endesa y con paso firme en la Champions, el equipo ha vuelto a romperse por las malas decisiones tomadas.

Jason Thompson solicitó su salida y el club decidió fichar en su lugar a Jacob Wiley, a quien ya había intentando incorporar en tres ocasiones antes. En lugar de buscar otro jugador grande y atlético, de un perfil similar al que se había ido, el Casademont optó por otro cuatro, más similar a Harris que a Thompson. De esta manera el equipo ha perdido centímetros pero no ha ganado amenaza exterior como para poder jugar el small ball con eficacia. No es que Wiley sea el culpable de las derrotas del equipo, ni mucho menos, ni que su rendimiento particular esté siendo malo, pero su presencia ha obligado a cambiar roles y rotaciones y eso ha descompensado al equipo.

Para empezar porque lo ha encogido, restándole centímetros para coger rebotes y dejándolo muy mermado en defensa. Para seguir, porque ahora mismo no queda ya ningún jugador con confianza en sí mismo, mucho menos en el grupo. Hace un mes Hlinason era determinante y ahora parece más tímido, aunque solo estando ahí coge más rebotes que el resto, Barreiro ya no es ese reboteador eficaz del año pasado, Benzing casi ni se atreve a tirar, Brussino aparece y desaparece, el puesto de base sigue sin estar redondo.

La debacle

Los resultados hablan por sí solos. Después del parón por la Copa y las selecciones, cuando se produjo el último movimiento en la plantilla, el equipo solo ha ganado al Betis en la Liga Endesa y dos partidos europeos. Curiosamente, en Cerdeña el Casademont hizo uno de los mejores encuentros de la temporada, pero después ha ido de mal en peor. Perdió contra el Joventut (95-100), ganó al Bamberg jugando mal (77-65), cayó en Barcelona (107-88), contra el Estudiantes en la prórroga (104-113) y en Alemania llevándose el peor varapalo del año (117-76).

En el 2021 el Casademont había firmado siete victorias en ocho partidos disputados -tan solo perdió en su visita a Vitoria-, lo que le dio vida y alas para poder mirar hacia el playoff después de meses preocupado por no quemarse. Sin embargo, después de las dos semanas de descanso ha ganado tres y perdido cuatro, pero ya lleva demasiados encuentros jugando muy mal, completamente desequilibrado, y eso es aún más preocupante que las propias derrotas.

Van a ser unos días duros para el Casademont, que necesita hacer autocrítica y buscar soluciones de manera rápida porque la semana que viene tiene dos partidos cruciales. Recibirá el martes al Dinamo Sassari y, el jueves, al Nymburk. Dos citas en 48 horas que van a marcar su futuro europeo y a decidir la temporada. El equipo está a tiempo de casi todo, pero si empieza a cambiar desde ya.