--Tras la retirada, ha cambiado de tercio, se ha hecho empresario.

--Antes de dejar el fútbol, monté un negocio de hostelería y tengo un restaurante, un bar de copas y una discoteca. Pero aparte entreno a un juvenil de División de Honor y también juego con los veteranos del Racing, así que sigo vinculado al fútbol.

--Un restaurante como el suyo les hubiera venido bien tras ganar la Recopa...

--No hubo cena. Tenían miedo a que la perdiéramos y no había nada. Y lo poco que había se lo habían comido o los directivos o los que habían llegado antes (ríe). Tuvimos que salir a buscarnos la vida. Pero estábamos emocionados, éramos tan felices.

--Después de tanto tiempo, ¿qué imagen le viene a la cabeza?

--Pues que voy solo por la banda cuando tiene el balón Nayim y no sabía si me la iba a pasar o no, si luego el balón iba a rebotar y la iba a empujar yo o no. Me queda la cosa de decir: '¿qué hubiera pasado si el portero la toca, da en el larguero y rebota?'. La primera imagen que sale cuando entra el balón soy yo, mi cabecita sonriendo.

--Así que estaba pidiendo la pelota cuando a Nayim se le ocurre disparar.-

--Sí, estaba solo en el otro lado. Cuando veo que levanta la pierna, no sé si va a pasármela a mí en el otro lado, si va a tirar a gol o qué-. Yo sigo corriendo.

--Menos mal que no se la pasó...

--No sé qué hubiera pasado. Mejor que la metiera él ya y nos dejamos de tonterías (ríe).

--Solo jugó seis minutos. ¿Cómo vivió el partido?

--Muy nervioso, como todo el mundo; esperando a que acabara la prórroga para jugárnoslo en los penaltis. Creo que los dos equipos nos habíamos dado por vencidos en cuanto al resultado e íbamos a por los penaltis. Fue una cosa graciosa. Salir, metemos el gol y se acaba el partido.

--Graciosa, porque salía por los penaltis. Lanzar en un momento así, sin calentar... ¡Vaya nervios!

--Sí, la idea era sacarme para tirar, pero por lo de estar caliente no había problema, porque llevaba caliente y nervioso un hora y pico- (ríe).

--Le pasaría de todo por la cabeza. ¿Sabía dónde lo iba a tirar?

--Pensé: basta que salga yo y que falle el penalti. Siempre lo tienes claro, porque siempre lo tiras al mismo lado. No era el momento de cambiarlo. Los tiraba a la izquierda del portero.

--Había jugado muchos minutos ese año. ¿Le frustró entrar tan tarde en la final?

--Está claro que quería jugar la final de titular. Yo venía jugando todo el año en el once, pero el míster se decidió por gente más veterana como Pardeza y demás, que no venían jugando habitualmente, pero había que aceptarlo y todos tan contentos.

--¿Algún jugador le impresionó en aquella plantilla?

--Había muy buenos, pero me quedo con Esnáider, Poyet y Nayim, que era técnicamente impresionante. Y el que me causó una impresión de crack fue Paquete Higuera.

--¿Cuándo se dieron cuenta de que podían ganar la Recopa?

--Iban llegando los equipos, pasaban los partidos y veías que ninguno era mejor que tú. Poco a poco te vas metiendo ahí y no le tienes miedo a nadie.

--Vaya temporada vivieron...

--Fue muy bonita, en cuanto a lo deportivo y a lo personal. Era un equipo maravilloso, igual que la gente de Zaragoza. Fue un año muy positivo para mí; es algo que me queda ahí y siempre lo llevaré en el corazón. A la gente de Zaragoza y al equipo, más allá del título que conseguimos, los llevo muy adentro.

--Jugó mucho, pese a la competencia que había en aquel equipo.

--Cuando llegué me encontré hecho ya un auténtico equipazo. Todo el mundo sabía dónde jugaba y qué tenía que hacer. Y yo llegué nuevo, pero como me recibieron tan bien y había gente maravillosa me acoplé rápido.

--Víctor Fernández estaba al mando. ¿Sintonizó con él?

--Tuvimos una buena relación desde el primer momento. Fue un entrenador muy bueno para mí y siempre me tuvo confianza.

--¿Qué recuerda de él en el aspecto táctico?

--Le gustaba mucho jugar a fútbol, hacía entrenamientos con balón, muy divertidos, y hablaba mucho con los jugadores. En ese sentido, era una maravilla entrenar con él, no era nada físico. Era uno de esos entrenadores con los que te gustaba ir a entrenar. Con otros estás todo el día corriendo para atrás y para delante.

--Dicen que usted le cautivó en un Racing-Barça...

--Algo me suena, sí. Hice un buen año en el Racing y tuve incluso posibilidades de ir al Barcelona, pero pidieron mucho dinero y en aquella época no se pagaba tanto como ahora. Recalé en el Zaragoza y tuve suerte, salió todo bien.

--Parece que estaba a gusto. ¿Por qué se marchó?

--Vino el Celta e hizo una buena oferta. Querían remodelar el equipo y hacerlo fuerte y querían empezar conmigo. La oferta que llegó al Zaragoza le pareció bien. Ellos querían fichar a Blomqvist, el sueco, que se fue al Milan y también andaban con Gustavo López, así que veían bien el dinero.

--¿Rendió todo lo que podía? Hay quien dice que tenía calidad para haber hecho más.

--Para estar solo un año, creo que se me dio bastante bien. Si hubiera estado un segundo o tercer año, me hubiera acoplado más a la ciudad y me hubiese sentado mejor el calor, porque al principio lo pasé muy mal. Soy del norte y no estaba acostumbrado a correr con 40 grados en el campo. Hasta octubre lo pasé fatal y la gente no se daba cuenta. Igual se esperaba más, pero fue para estar satisfecho.

--¿Le hubiera gustado seguir en Zaragoza?

--Sí, porque estaba encantado con la ciudad y los jugadores.

--Fue solo un año, pero siempre será recordado aquí como uno de los que estuvieron en París.

--Eso es algo que te marca. Eres campeón de Europa, te queda dentro. Todo el mundo de esa época se acuerda de que tú estabas en el campo.

--¿Era un interior, un extremo, un centrocampista...?

--Un extremo de los de antaño (ríe), de los que estaban pegados a la banda para recibir y centrar. Defender me costaba más, porque no estaba acostumbrado. Tenía buen desborde y mucha potencia en el tiro y a lo largo del año daba muchas asistencias centrando desde la banda.

--En el Racing dejaban toda la banda para usted.

--Jugábamos con cinco defensas y en casa solía jugar de carrilero. De hecho, en Zaragoza jugué de lateral muchos partidos cuando no estaba Solana.

--¿Cree que tuvo más talento que éxito en el fútbol?

--Siempre puedes pensar que podías haber hecho más. En el fondo, he sido diez años profesional y siempre he tenido suerte con los equipos: con el Zaragoza campeón de Europa, con el Racing ascendí, con el Celta nos metimos en Europa, así que estoy satisfecho. No tengo nada que reprocharme.

--Dejó de jugar con 36 años. ¿Acabó saturado?

--Sí, acabas cansado, porque tras tantos años, sufres mucha presión. Acabé en la Gimnástica en Segunda B y había muchos problemas económicos. Además, monté dos negocios, me tenía que dedicar más a ellos y decidí colgar las botas.

--Pero parece que ya ha recuperado la pasión.

--El futbolista no la pierde nunca. En cuanto puedo juego a fútbol o voy a la radio a retransmitir los partidos del Racing. El fútbol me seguirá tirando siempre. Una cosa es que estés quemado de saltar al campo, de lo que hay alrededor, pero al futbolista le gustará toda la vida.

--¿Ha cambiado el fútbol desde que se retiró?

--Ha cambiado mucho. Ahora es todo muy profesional. Hay muchas cámaras, mucha televisión, muchos intereses metidos y no puede ser. No puedes mover un dedo sin que alguien te critique o te diga algo.

--¿Antes era más sano?

--Sí, era todo mucho más sano. En los equipos éramos todos amigos y ahora todo el mundo va a lo suyo y no se preocupa por el club ni por nada.

--¿Y en lo futbolístico?

--Ahora tienes que estar las 24 horas en el fútbol. Los futbolistas solo viven para el fútbol. Antes igual había más calidad en general, no jugaba cualquiera. Jugaba el que tenía mucha calidad y ahora alguien físicamente fuerte puede jugar.

--La afición del Zaragoza está muy enfadada. ¿Cómo la recuerda de su etapa aquí?

--Eso es como todo. A nosotros nos iba bien, entonces todo era maravilloso. El mundo del fútbol cada día es una cosa distinta. Ahora de lo que más se quejan allí es de cómo se está llevando el club, porque los jugadores... es lo que hay.

--Cuando empezó, en el Racing, vivió una época parecida, con el descenso a Segunda B.

--A mí me cogió con 20 años y no sabía cómo iba el fútbol. Yo quería jugar en el Racing y me daba igual en Segunda B, en Segunda o en Primera. Con 20 años, igual es lo mejor que nos pudo pasar para que nos dieran cancha a los jóvenes.

--¿Cómo llevó cambiar la vida del futbolista por la vida 'normal'?

--Me costó muchísimo. Mi socio sabía de estas cosas, yo era más la imagen. Ahora estoy más con el tema de entrenar, pero hubo una temporada en la que tuve que estar al pie del cañón para sacarlo adelante.

--Es otra forma de vida, otro horario laboral...

--Te cuesta, porque lo que has estado acostumbrado a hacer durante 20 años, pues de repente lo dejas de lado y tienes que dedicarte a otra cosa, tienes que estar horas y horas mirando cosas, tienes que controlar a la gente que trabaja para ti...