No soy un chico malo», escribió Nacer Bouhanni (vencedor de la sexta etapa de la Vuelta) en Twitter. Es un velocista exigente, al que le cuesta ganar, como a tantos otros, el que se enfada cuando pierde, como infinidad de deportistas. Trata de controlar su carácter, que a veces se irrita, el que necesitaba para ser el mejor boxeador de Francia, su primera afición, antes de convertirse en ciclista profesional y mucho, mucho antes, de recompensar al conjunto Cofidis con un triunfo en la ronda española.

Bouhanni juega en otra Liga distinta a los líderes que han acudido a esta Vuelta, los que camino de San Javier, Murcia, la tierra de Alejandro Valverde, luchaban por no quedar cortados por un viento lateral que hizo añicos el pelotón. Furia por no perder la rueda de la bici que precede y mala suerte la de Wilco Kelderman, el holandés que fue cuarto hace un año en Madrid y que, al igual que Thibaut Pinot, otro de los favoritos, se dejó 1.44 minutos por culpa del aire del Mar Menor.

Pero Bouhanni iba a lo suyo protegido por sus compañeros del Cofidis, los ciclistas de un equipo que pelea muchas veces contra las tempestades por ganar una etapa en una carrera grande. La última vez que uno de los suyos levantó los brazos en una prueba de tres semanas fue Dani Navarro, ausente de la ronda española, y que venció en el 2014 la etapa que finalizó en Cabárceno.

«Soy un personaje público y debo convivir con las cosas que se dicen de mí. Pero lo que yo hago es entrenarme y sobre todo sobreponerme al accidente que sufrí el año pasado, en Yorkshire, y que me pudo costar la vida». Su cabeza impactó contra el asfalto. Fue evacuado al hospital y se pasó meses con problemas en la vista. No veía bien, se le cruzaban las imágenes y así no se puede combatir en un esprint. «Él se exige a sí mismo y nos exige a nosotros», explica Luis Ángel Maté. El rigor que le dio ayer el triunfo.