Se le debe agradecer a Ranko Popovic que no quisiera imponer desde el primer día su circunstancia por encima del interés común. Lo hacen muchos otros, no es tan raro. Cuestión de sello. Bien es cierto que en el Zaragoza, y más con las bajas, no hay tanto donde elegir, pero el serbio hizo un ejercicio de sensatez, respetando el fondo y la forma en una alineación que bien podría haber sido la que escogiese Víctor Muñoz para ese día y con esas bajas. Está bien querer implantar un fútbol de autor, más si se vende de entrada un juego marcado por el dominio, el gusto y el toque, pero debe haber ponderación. Es lo que ha hecho el nuevo técnico, o eso parece por la respuesta que ofreció su equipo a las situaciones comunes de partido: colocación en córners, faltas, saques de puerta...

Habrá que darle un plazo razonable a Popovic, cuyo equipo presumía al final de la goleada. Bien está darse un alegrón. No debe olvidar, sin embargo, que refulgió más por su tremenda capacidad de resolución que por su producción futbolística. Hubo algún pasaje en el que se adivinó el fin, que haya más combinación y que eso le permita gobernar los partidos. Se habla de intenciones, quede claro. Es decir, sin un tercer centrocampista, ni con el viento de cola aguanta erguido.

En fin, se sostuvo fundamentalmente en los goles. Después del cuarto de hora en el que consiguió tres, entre los minutos 32 y el 47, se derrumbó en su campo exhibiendo todos los defectos que arrastró con Muñoz, esta vez sin ninguna de sus virtudes. Ni una sola contra tras robo fue capaz de hacer pese a que la Ponferradina había sacado la corneta.

Así que Dorca y Galarreta sufrieron más de lo que disfrutaron, otra vez. Cabalgaron muchos metros por los atacantes que no ayudan, otra vez. Los dos acabaron con tarjeta, otra vez. Y con la lengua fuera, también otra vez. Les quedó a grandes ratos un espacio enorme en la sala de control para poder manejar el cotarro. Eldin jugó por delante, pero tan cerca de Borja Bastón como lo suele estar Willian José. Son los futbolistas que hay, así que al no considerar la opción de Tierno, el equipo le durará entero más o menos lo mismo que a su antecesor. Milagros hay pocos en el fútbol. Popovic quedará en la misma encrucijada que Víctor: si elige un atacante, no tendrá tanto dominio; si escoge otro centrocampista, perderá poderío. Víctor apostó por la pegada, y le fue bien hasta que aparecieron los graves errores individuales.

Con eso, con los fallos, no hay entrenador que pueda. Por cierto, dejó en su sitio a Whalley, figura frágil. Tampoco quiso juzgarlo, escudándose en que no había hablado con el futbolista. Le quedará en el debe de su debut que dejó que su equipo se saliera del partido sin buscar una solución ni reforzar la medular. Admitió, además, que el resultado fue exagerado. Se agradece la franqueza, claro está. No se sabe aún es si el partido fue un espejismo o de verdad al vestuario ha llegado la conciencia. No falta mucho para averiguarlo, para considerar su consideración.