Cuando arrancó la pretemporada todo fue ruido. En los entrenamientos de invernales, hubo todo tipo de pilotos que llamaron la atención, acabaron sesiones por delante de los favoritos y fueron líderes en algunos de esos test. Eso duró lo que duraron las pruebas. En cuanto empezó el fuego real, la necesidad de demostrar que vales para un equipo oficial, empezó a influir en el rendimiento de muchos de los que habían llamado, insisto, la atención en febrero.

Lo dijo Márquez nada más arrollar a sus rivales en Argentina: «Volvemos a estar arriba los mismos de siempre». Y los mismos son él, pentacampeón en los seis últimos años, Dovizioso, subcampeón con Ducati en los dos últimos Mundiales y Rossi, el de siempre. Sí, cierto, se ha bautizado Rins y Viñales (Yamaha), pero les sigue costando seguir el ritmo. Y hasta Jorge Lorenzo ayer vio un rayo de luz, pero…acabó noveno, a más de medio segundo de Márquez.

El paddock del Mundial insiste en que solo Márquez puede perder el título, si se equivoca, él solito. Han pasado tres grandes premios, quedó a 23 milésimas de Dovi en Catar, arrasó en Termas y se cayó en Austin cuando iba líder. Se le ha salido la cadena en un entrenamiento y su caída en EEUU fue, al parecer, provocada por un fallo en su Honda. Y ayer, pese a no terminar con el mejor crono -los mejores fueron Danilo Petrucci, Andrea Dovizioso y Cal Crutchlow- fue el que mejor ritmo demostró tener.

Las dos Ducati delante y, detrás, dos Honda oficiales, entre ellas, la del pentacampeón más joven de la historia. Está claro que el Mundial ha pisado Europa y ese es el duelo: Honda contra Ducati. ¿El otro?, el mismo que en los dos últimos años: Márquez contra Dovizioso.