A veces, un minuto en el fútbol es una eternidad. Francia estaba ya solidarizándose con la decepción que vive Portugal, repitiendo el deplorable debut del Mundial de Corea y Japón, cuando perdió con Senegal. El marcador del estadio permanecía inamovible señalando el minuto 90, pero el tiempo no había acabado. Y al igual que el reloj, con el balón parado, cambió su suerte, pasando en un instante al bando de los ganadores, al bando de España. Zinedine Zidane rescató a su país, primero de falta y luego de penalti, dando la vuelta al marcador (2-1) y enviando la tristeza hacia Inglaterra.

En un minuto se decidió quién pasaba al bando de los perdedores y quien a los vencedores. Por un solo gol, como el que le separó a Portugal del empate ante Grecia y el que le permitió a España batir a Rusia. Los vecinos, que comparten tantas cosas, cerraron la segunda jornada con un estado de ánimo muy diferente. A un lado, portugueses e ingleses; al otro, solventado el primer escollo, españoles y franceses.

BARTHEZ, DECISIVO En el estadio de la Luz, sólo Zidane salió de las tinieblas con un rapto de inspiración. Acorde con el papel de capitán del campeón europeo, ejecutó a Inglaterra y a Beckham, hundiéndole en la miseria, convirtiéndole en un villano y entregándole a los tabloides. Desperdició un penalti --su excompañero Barthez lo paró magistralmente-- que, al final, resultó decisivo. "Fabien ha marcado la diferencia, él nos ha hecho ganar", dijo Zidane. Ajenos al alboroto del primer gran duelo del grupo B, Croacia y Suiza, los que menos cartel tienen, se repartieron los puntos (0-0).

INVASION INGLESA Treinta mil ingleses invadieron ayer Portugal, preferentemente desde el sur, donde esperaban el debut del equipo abrazados al sol y a la cerveza. La autopista A-2, que conecta la zona del Algarve con Lisboa, era una caravana de aficionados, mientras en el aeropuerto, a lo largo del día, aterrizaban 39 aviones chárter, 26 de los cuales procedían de diferentes puntos de Gran Bretaña. Antes del partido no se habían producido incidentes de relieve. Era imprevisible lo que pudiera suceder por la noche, si decidían ahogar las penas.

Los portugueses las ahogaron con un día de playa y comiendo sardinas y sangría, como corresponde a la fiesta de San Antonio. España puede celebrar que tiene tres puntos, pero no tiene motivos para dejarse llevar por la euforia. Sobre todo, porque el próximo rival es Grecia, que ya la envió a disputar la repesca en la fase previa tras un doloroso manotazo en La Romareda. El equipo no funcionó con fluidez hasta que apareció Valerón, abonando el debate sobre su titularidad. "No soy un cabezón, lo pongo a Valerón cuando debo ponerlo", afirmó Iñaki Sáez. Y el miércoles, lo pondrá. A él y a Xabi Alonso, trasladando a la alineación las dos sustituciones que hizo contra Rusia. Baraja y Morientes serán los sacrificados.

ESPERANZA PORTUGUESA No se sabe aún quién correrá la misma suerte en la selección portuguesa, pero también habrá cambios en la alineación. El primer plato del torneo se le ha indigestado al anfitrión, pero los medios de comunicación no vomitaron crueles críticas hacia el equipo. Los juegos de palabras sobre las ruinas y la tragedia utilizados en los días previos se volvieron en su contra. "Haya fe" tituló O jogo ; "La buena noticia es que peor es imposible", escribió A bola . El Correio da manha es el más duro: "La vergüenza que estaba anunciada", se leía, censurando a Scolari que no confiara en el bloque del Oporto. El técnico permitió ayer que las familias de los futbolistas acudieran a la concentración de Alcachete y les dio medio día de fiesta para que pudieran superar el trago.

En Grecia ríen gracias a un alemán. Otto Rehhagel logró la gesta de conseguir el primer triunfo en la fase final de un torneo. "Es una de las victorias más grandes de mi carrera", dijo Rehhagel, compartiendo la euforia de los griegos. No necesitaba ese triunfo para sentirse apreciado. "Sé que me quieren. Puedo conducir por el carril bus sin que me pongan multas", bromeó.