Se trata de volver a empezar. De retornar al principio. A los orígenes. A salir de la uci, donde el Zaragoza continúa con unas constantes vitales tan débiles como su autoestima. Para ello, para volver a la vida, el equipo aragonés debe ganar esta noche al Córdoba, cuyo estado todavía es más grave que el del Zaragoza. Ganar para huir de la quema, para poner freno a una caída al vacío que amenaza con llevarse por delante al equipo, al club y a una de las masas sociales más importantes de España. Ganar para escapar. Para respirar. Para vivir.

Pero, a estas alturas, y después de cuatro meses sin vencer en La Romareda, el zaragocismo acoge el envite con más miedo que alma. Atrás quedan aquellos desfiles de rostros ilusionados, sonrientes, esperanzados, vivos. Ha pasado apenas medio año desde entonces pero parece una eternidad. Ahora, la cosa es bien distinta. Los aficionados se acercan al estadio tratando de disimilar un pánico que siempre aparece. Cada encuentro en casa es un calvario, un escalofrío ante lo que se avecina y que se confirma luego a la salida. Las desbandadas antes del final son tan habituales como los recitales de incapacidad de un equipo empeñado en hacer de cada partido un disgusto.

LOS CAMBIOS

Así que el duelo de hoy es una final en mayúsculas. Ni siquiera ha llegado la Navidad y el Zaragoza ya se juega mucho más que tres puntos. Ante un rival directo por la permanencia, el equipo aragonés debe volver al principio en plena final. Lo hará con su entrenador -el segundo de la temporada- cuestionado y con cambios por doquier. De nombres y quizá también de dibujo. Porque parece factible que Alcaraz deje a un lado los tres centrales y vuelva al rombo. En todo caso, si el técnico opta por mantener un sistema que solo le ha otorgado un triunfo en seis partidos lo hará con otros jugadores. No parece probable que Delmás y Nieto, dos laterales reconvertidos, sigan ejerciendo de escuderos de Perone. Álex Muñoz y sobre todo Verdasca podrían volver al once y, si vuelve el rombo, quizá solo el portugués acompañando al brasileño. Benito y Lasure parten como claros favoritos para ocupar los laterales.

Sin Eguaras, lesionado en el cuerpo y en el alma, todo apunta a que Ros ocupará su lugar en el pivote. El tudelano vuelve después de tres semanas de baja y lo hará escoltado, previsiblemente, por James y Zapater o Guti en los interiores. Con rombo, Pombo sería el elegido si no hay castigo por lo que sucedió la pasada semana al término del encuentro ante el Cádiz en sus palabras a los aficionados cargando contra compañeros. Si lo hay, jugará Biel. Álvaro y Gual jugarán arriba. Si no hay cambio de sistema, quizá también.

Es hora, pues, de volver a cambiar. De regresar al punto de partida, Alcaraz mediante. El preparador andaluz, ya cuestionado por la grada, cuenta con la promesa de la dirección deportiva de que, pase lo que pase, seguirá en el cargo tras el fin de semana, salvo debacle o incendio en La Romareda. También él afronta una final sin campeón. El mismo día que Madrid proclamará al vencedor de la Copa Libertadores, en La Romareda se pondrá en juego algo mucho más trascendente: la propia vida. No habrá campeón aquí. El que salga airoso conseguirá una ingente dosis de oxígeno para seguir viviendo.