El Real Zaragoza que se ha colado entre los siete mejores recibió ayer la primera cornada grave de la temporada. El Tenerife, el árbitro y una mala noche de lunes la tiene cualquiera dieron un aviso. En el Molinón, con otro colegiado puntilloso y un rival de verdad, el grueso de futbolistas que protagonizaron la primera derrota en casa salieron del encuentro arrastrados por el albero, camino del puchero de la jornada. Contra el Sporting se comprobó que el traje de luces que exhibe a golpes de inspiración ofensiva es tan vistoso como fácil de apagar con un solo rasguño en la alineación. 180 minutos sin Mario es mucho tiempo. El central, defensor-alfa, sujeta con firmeza y carácter de acero los hilos de todo lo que ocurre atrás. Sin él, sus compañeros de zona parecen marionetas de plastilina. Lo de Rubén es un número que se intuía que saldría tarde o temprano, pero duele mucho la progresiva caída de Vallejo, condicionada también por una mal gestionada ración de banquillo. Se puede asegurar que hay un Real Zaragoza con y sin Mario.

La expulsión de Fernández invita a desviar la mirada de nuevo hacia el árbitro, este quizás ligero de tarjetas. Es posible que la roja fuera un castigo elevado, pero el lateral colaboró con tres ganchos al aire en las ansias de ganar la posición. Verle camino del vestuario tampoco causó una gran extrañeza ni entre sus compañeros. Con diez no se juega mejor y, como ocurrió, se puede hacer mucho peor. La inferioridad no estaba en la cantidad sino en la calidad porque el Sporting tiene más contenido y continente. Antes de esa sentencia, los asturianos podían haber goleado. Conviene aparcar las excusas y repasar la trayectoria de los últimos cinco encuentros, en los que ha recibido once tantos con tripletes frente a Lugo, Tenerife y Sporting. Su portería es la sexta más perforada.

Jugar sin presencia

A Mario se le echa de menos cuando falta. A Íñigo Ruiz de Galarreta, cuando juega como sin estar presente. El centrocampista vasco ha recibido más elogios de los que se ha ganado porque el Real Zaragoza venía de un profundo abismo creativo. Sus detalles constructivos han sido recibidos con alabanzas aunque sin petición de vuelta al ruedo. Su solidaridad es incuestionable, pero las secuelas de las dos graves lesiones de rodilla que ha sufrido en su corta carrera parecen retenerle mental y físicamente, con timidez en la toma de decisiones importantes para el puesto que ocupa y un cargamento abrumador de tarjetas. Ni una sola asistencia, ni un gol y pocos pases verticales para el recuerdo.

Esa falta de soltura, de determinación para asumir un bastón de mando que le corresponde y porta en más ocasiones Dorca, aplana al Real Zaragoza, ya de por sí simple en la transición. Galaxy está llamado a mayores empresas, pero aún no ha hallado su sitio en esta, y es común que Víctor le releve en busca de oxígeno o de músculo. No es normal que, con clase y pie fino, sea el noveno futbolista de la categoría que más balones pierde. El equipo, si pretende competir por asuntos de enjundia, necesita algún detalle de maestro. Como correcto novillero no es suficiente su aportación. Se le espera.