La misma explicación que Paco Herrera ofrecía públicamente sobre dónde creía que estaba la causa del colapso del Real Zaragoza era la que el entrenador daba a sus superiores de puertas hacia dentro. En realidad, y aunque estuvo a punto de perder el puesto de trabajo porque la losa de los malos resultados oprimía su cabeza, él siempre pensó que el problema estaba en el mismo sitio: en que el equipo no había estado al completo en ningún momento y en que se habían concentrado lesiones de cierta duración en jugadores clave.

En una parte importante, Herrera siempre tuvo razón con su línea argumental. Los percances de Montañés, Barkero, Acevedo o Paglialunga le hicieron daño. Luego hubo otra parte en la que la razón le abandonaba. El Real Zaragoza debería haber hecho mejores partidos y números también más decentes, especialmente por el bajísimo nivel de la Segunda, incluso con toda esa concatenación de ausencias que lo traían a maltraer.

Ahora resulta que cuando ha recuperado a todos los que tenía que recuperar, a los verdaderamente importantes, junto a la incorporación de César Arzo, el central que tanto ha reclamado y que sin duda subirá un escalón la seriedad de esa zona del campo, el Real Zaragoza ha empezado a ganar partidos con cierta asiduidad. Alguno, como el del domingo ante el Alcorcón, incluso con un juego digno y agradable.

En el fútbol la consistencia de las tendencias conviene medirlas a medio o largo plazo, pero existe ya un dato que constata que al menos la dirección del viento ha cambiado: en las últimas siete jornadas, cerca de dos meses de competición, ningún equipo ha sacado más puntos que el Real Zaragoza. La realidad es que una primera vuelta horrorosa, salvo en el esprint final, no ha impedido que la zona de ascenso directo esté a un solo punto.

Hubo un momento en que nadie escuchaba a Herrera y que sus palabras iban al saco roto de las justificaciones. No lo escuchaba nadie dentro y apenas nadie fuera. Los resultados y el juego eran demasiado pobres como para tener fe sin hechos, menos en un deporte en el que la inmediatez se lo lleva todo por delante. Las perspectivas han mejorado. Herrera siempre estuvo exquisito y con una educación ejemplar, aunque le salvó la campana. Quizá en aquellos momentos sabía más por viejo que por diablo. Su argumento de entonces tiene hoy vigencia. Eso sí, ahora sabe que ha de subir al Zaragoza. Todos hemos visto a todos los rivales. Vender gato por liebre será imposible.