Afortunadamente, cada vez son más las mujeres vinculadas al deporte a muchos niveles e instancias. Sin embargo, en la preparación física de alto rendimiento está costando verlas más. Y si hablamos de fútbol sala, la soledad se acentúa. Y ya si es a nivel profesional y con el máximo de exigencia, todavía más.

Pero María Bes es intrépida, curiosa e inconformista. «No sé estar quieta», cuenta sonriendo. Además, su historia es la de una mujer que nunca se ha puesto barreras. Y lo que es más importante, nadie se las han puesto a ella nunca jamás.

Disfruta de su trabajo y siempre se ha sentido valorada. Es mérito de ella, por supuesto, pero es de recibo tener en consideración a todos aquellos clubs en los que ha trabajado y, sobre todo, a las personas con las que ha compartido espacio y vivencias. Especial es el aplauso al Colo Colo de Segunda de fútbol sala, entidad en la que lleva desde el 2011 trabajando como preparadora física del equipo.

Comenzó su labor profesional en el mundo del baloncesto, pero femenino, tanto en el Stadium Casablanca de Liga Femenina 2 como en las categorías inferiores de la selección española. Así hasta que gracias a un amigo en común se cruzó en su camino Alfonso Rodríguez, entrenador por aquel entonces del Mainfer. «¿Por qué no? Lo vi como una oportunidad de saltar a otro deporte, seguir formándome, ver mi capacidad de adaptación y llevar mi aprendizaje con el baloncesto al fútbol sala», relata.

Estuvieron allí una temporada, después en el Sala Zaragoza y ambos emprendieron el ambicioso proyecto de entrenar al Colo Colo, entonces en Segunda B. Tras años de progreso y mucho trabajo, por fin lograron el sueño del ascenso a Segunda División, categoría en la que se estrenan esta campaña por primera vez en su historia.

Su trabajo en la preparación física ha sido clave, como es de cajón en un éxito como un ascenso. Pero, se vuelve a insistir, María es, en el mejor sentido de la palabra, una impertinente. «Es mi segundo trabajo. Ejerzo de profesora, por lo que también me ha gustado siempre mucho la inteligencia emocional y el coaching deportivo. Trabajar la cabeza de un jugador y el clima emocional de la plantilla nos ha supuesto un salto y diferenciarnos de otros equipos». Es una todoterreno.

«¿Ejemplo? En el colegio»

Podría haberse echado atrás a la hora de haber trabajado con hombres, pero en su mente no había más que buenos motivos para emprender esta aventura. Era un reto que no podía dejar pasar: «Que fueran hombres nunca me ha tirado para atrás. De hecho me atrae, físicamente hablando, porque tienen más margen de mejora y van a alcanzar mayores niveles, lo que hace que esté más orgullosa de mi trabajo al ver la progresión», afirma.

Apenas recuerda su estreno en el Colo Colo y esa es una gran señal, porque todo fue rodado. «Como cualquier primer día es extraño y te miran a ver cómo va a ser esa persona, pero nada más. Siempre he ido con mucha seguridad y me lo tomé como un proyecto nuevo y con gente nueva con la que aprender y mejorar», rememora María.

No se ha cruzado a ninguna preparadora física en fútbol sala en estos años y, como profesora e inquieta que es, le gusta reflexionar. Es más común ver a hombres entrenando equipos de mujeres o en los cuerpos técnicos. ¿Y al revés por qué cuesta más?

Es algo que «me he preguntado más de una vez». «Un problema es la falta de interés. En la universidad cuando hice INEF y Magisterio con la especialidad de Eduación Física éramos muchas menos mujeres. La entrada no está vetada a nadie», asevera. Y la otra razón es que «hay personas, no solo mujeres, que piensan que no les van a dejar. Personalmente nunca me he encontrado a nadie que me haya cerrado la puerta, pero ese miedo hay gente que lo tiene». Y apostilla: «Nunca me he sentido excluida».

Tampoco ha sentido en ninguna ocasión falta de autoridad, pero sí que a veces «llegas a un pabellón y escuchas comentarios, pero eres tú la que dejas que te afecten o no. Si ha habido alguno más fuerte he entendido que no era hacia mí, sino por la tensión del partido, para sacar al equipo de su lugar, pero igual que me lo dicen a mí, también al entrenador o al portero», recalca. Como anécdota, en Manresa en la eliminatoria por el ascenso, cuando accedió al pabellón con el equipo le dijeron que la afición entraba más tarde. Le pidieron perdón enseguida. «Nadie piensa que eres la preparadora física», cuenta.

Que su historia y su forma de entender el día a día sirva para animar a más mujeres, porque las barreras se las pone cada cual. De hecho, no se considera un modelo a seguir por ser preparadora física en un equipo de hombres: «¿Un ejemplo? Más en el colegio. Con chicos y chicas de 8 a 10 años sí que me considero un ejemplo para ellos. Busco sentirme bien conmigo misma, ver que los jugadores crecen y ayudar a personas». Su actitud ojalá consiga derribar las barreras de los estereotipos, porque solo hay personas y profesionales. El resto, corresponde al pasado.