Mariano Haro era la personificación de la casta, la garra y la raza. Una figura dentro del deporte español, ayuno de estrellas en los primeros años de los sesenta. Se hizo atleta de nivel en la dureza del frío y el calor extremo de las estepas de la Tierra de Campos. Gracias a su carácter luchador estuvo muchos años en la élite internacional del fondo. Pero no fue un ganador porque no tenía final. Lo demuestran sus cuatro segundos puestos en el Cross de las Naciones, lo que es ahora mismo el Campeonato del mundo de cross. Fue tres veces olímpico y su gran obra maestra acabó siendo el cuarto puesto en el 10.000 de los Juegos Olímpicos de Munich, donde voló con unos increíbles 27.48.2.

En aquellos tiempos no podía haber mejor reclamo para una carrera en España que contar con el ídolo español. Fue Florencio Saldaña, un chaval de Chodes, el que se fijó en el atleta palentino para llevarlo al Mundial del Pollo, una carrera que se celebraba desde tiempos inmemoriales y que este año, cuando debía disputarse por estas fechas, se suspendió debido a la pandemia. Era 1974 y el corredor ya había acumulado un historial de ensueño. «Lo traje yo. Lo esperábamos como el santo advenimiento en los pueblos cercanos. Era una figura internacional que se comportó como tal, como un campeón. Levanté la carrera porque antes daban tres premios y después todos los pueblos nos aportaban dinero en primas para hacerla más interesante y emocionante y repartíamos dinero a todos los corredores», dice Saldaña.

Mariano Haro tiene ahora 80 años y vive lejos del mundanal ruido con su esposa en Becerril de Campos. Hace tiempo que no concede entrevistas. «Recuerdo que corrí en Chodes en 1974 y en 1975», explica el fondista palentino, entrenado por Gerardo Cisneros. Haro se tenía que enfrentar a los corredores en un circuito único. 120 vueltas sobre 90 metros de cuerda en un círculo sobre la bella plaza neoclásica. «No sé si existirían carreras similares. Su peculiaridad era el circuito. Esa plaza es increíble. Yo no conozco nada parecido, quizás las que corrí en la plaza de toros de Tolosa. Lo mejor era el ambiente que se creaba, el público y porque también me sacaba un dinero importante con las primas que se daban», recuerda el mítico campeón desde Becerril de Campos.

Esa edición de 1974 fue única en el historial de Chodes. «Fue el único año que se corrió al revés. Me lo pidió Haro porque debía tener algún problema fisico en sus piernas. En vez de salir desde el Ayuntamiento hacia la iglesia los corredores fueron hacia el Portal de la Vega», explica Saldaña. Haro aún recuerda aquel paseo triunfal por la plaza. «Corrí con mi cuñado, León Iruntxiberri, y le saqué nueve vueltas», apunta.

Saldaña le recompensó de manera generosa al atleta olímpico en México, Munich y Montreal. «Como campeón de su clase le dimos el premio, primas y otra propina bajo mano», explica. Desde finales de los sesenta, Haro conoció los populares ‘pollos’ aragoneses. «Los conocí por Banacloches, un corredor levantino», rememora Haro. Era una buena manera de ganarse la vida para la élite nacional aunque la Federación Española prohibía correrlos al estar remunerados. Pero al final hacía la vista gorda. «Recuerdo que entramos en un bar de Mequinenza y Mariano vendió las copas de las carreras de donde veníamos», explica Miguel Ángel Panivino, uno de los corredores aragoneses con los que convivió Haro.

El recuerdo de Panivino

Panivino recuerda que la primera ‘pollerada’ que corrió Haro fue «en Villamayor. Creo que era en 1968. Vino con el maratoniano Luis Miguel Landa. Sabían que en Aragón se pagaba dinero y tenían curiosidad por correr», explica. Haro corrió en Aragón desde finales de los sesenta hasta mediados de los setenta del siglo pasado. «Venía en agosto desde Palencia con su coche y llegaba a disputar cinco o seis carreras a la semana y se levantaban con su presencia. Estuvo en Ricla, Calanda, Binéfar, Calatayud, Cariñena, Luna, La Almunia, Valjunquera, El Frasno, Chodes, Calatorao, Alloza... Eran carreras en las que venía a relajarse porque no tenían importancia», recuerda Panivino.

Lo que más le impresionó de Haro fue su carácter campechano y humilde, su facilidad para empatizar con sus compañeros. «Era muy buen compañero. Sabía que era bueno, pero no iba de ídolo y no hacía a nadie de menos». Se adaptó rápidamente al ambiente rural de las carreras aragonesas. «Estaba muy a gusto en el ambiente de los pueblos. Era muy extrovertido y muy ligón. Eso era normal. En el baile, tras la carrera de Valjunquera, todas las chicas estaban deseando bailar con él. Y después no le importaba tomarse una copa de coñac», afirma Panivino.

El segundo año que participó en Chodes, Mariano Haro llevó a su paisano Santiago de la Parte. «Por aquellos años Mariano era el summum, el mejor fondista español de todos los tiempos. Hicimos 350 kilómetros desde Palencia, pero lo hice muy mal», explica ahora desde su retiro. Con el tiempo, De la Parte fue el sucesor de Haro y la ganó cuatro veces.