Un gol de Mbia en el último minuto del tiempo añadido metió al Sevilla en la final y rompió el milagro que se había gestado en Mestalla ante un Valencia muy superior al conjunto andaluz y que se vio penalizado de la forma más injusta y cruel. El Valencia jugó de forma inteligente ante un Sevilla muy apagado, que siempre estuvo a merced del juego que le propuso su rival, pero en la última acción del partido sacó petróleo y se coló en la final de Turín.

A los veinte minutos, Feghouli encontró un corredor en el área sevillista y, tras un recorte, mandó el balón a gol por la escuadra del palo corto. Mestalla enloquecía al grito de "sí se puede". Pese al gol, el Valencia no enloqueció y siguió jugando con mucha cabeza, sin descomponerse en defensa y madurando con mucho sentido sus jugadas. El Sevilla comenzó a dudar y lo hizo más aún cuando minutos después, Jonas cabeceaba un gran centro de Bernat desde la izquierda, y pese a que Beto tocó el balón, este entró en la portería tras dar en el larguero. Era el minuto 25.

En la reanudación, el Valencia siguió fiel a su guión. El Sevilla niveló el juego pero Rakitic no aparecía y su equipo lo acusaba y de qué manera. Los valencianos siguieron a lo suyo, intenso en los duelos pero pausados en su juego, esperando su oportunidad y ésta llegó en el ecuador del segundo tiempo. Tras un saque de esquina, un balón rechazado llegó al área pequeña donde Mathieu fusiló a Beto y llevó a Mestalla a la locura.

Con 25 minutos por delante, el Valencia había consumado la remontada, pero un gol del Sevilla le daba la final a los de Unai Emery. Los locales dieron un paso atrás y cedieron el dominio al Sevilla, que buscó con más corazón que cabeza el área de Alves. En el minuto 4 de la prolongación, Mbia aprovechó un saque de banda para cabecear y clasificar a su equipo.