Casi nadie creía en Rusia en la victoria de su selección en el partido contra España. Ni siquiera el comentarista que retransmitía el partido para la audiencia local en el canal Rossiya-1, que no dejaba de destacar en todo momento el excelente toque de balón de los españoles, su abrumador dominio de la pelota y la calidad individual de sus jugadores. «Es muy difícil. Solo podemos explotar las debilidades de España, que son pocas pero existen», decía. Ni siquiera se personó en el palco de autoridades el presidente, Vladímir Putin, quien delegó la misión en el primer ministro, el impopular Dmitri Medvédev.

Por esta razón, la victoria, aunque fuese en la tanda de penaltis y sin que la selección rusa demostrara grandes virtudes, supo a gloria a miles de rusos, que en cuanto Aspas falló el último penalti, se lanzaron a la calle con banderas y haciendo sonar el claxon de sus coches. «¡El milagro ha sucedido!», se regocijaba Tatyana, que había visto por televisión la retransmisión del partido. Ruslán, venido desde Bielorrusia para visitar a su abuela, tampoco creía en el triunfo del combinado ruso antes del partido. «No pensaba que íbamos a ganar; según las estadísticas, España es un equipo más fuerte», destacaba.

Verónika, por su parte, aseguraba que su selección había hecho un juego «inteligente», consciente de sus limitaciones ante un equipo superior. «Nuestro equipo se supera en los campeonatos», repetía, henchida de gozo y con los colores de la bandera tricolor rusa moteados en ambas mejillas. En la Rusia de Putin, los ciudadanos no suelen poner en cuestión públicamente las decisiones del jefe del Estado, sobre todo cuando quien inquiere es un reportero extranjero o un desconocido. Todo el mundo parecía tan feliz con la inesperada victoria ante España que nadie quiso reparar en la ausencia del presidente en el mítico Luzhniki.

Algunos moscovitas hasta incluso le justificaban. «Ah, ¿no estaba? Él es una persona muy ocupada, seguro que lo ha visto desde algún lugar», decía Tatyana, de 62 años y abuela de Ruslán. Por vez primera desde la desintegración de la URSS, el combinado nacional ha alcanzado los cuartos de final en una Copa del Mundo, todo un logro.