Hombre polifacético, médico oftalmólogo de profesión, escritor vocacional, exjugador de baloncesto y padre de tres de las leyendas de la natación aragonesa y española. Así era José Luis López-Zubero, que falleció ayer a los 89 años de edad. El deporte aragonés está de luto. A diferencia de sus hijos, a José Luis no le enamoró la natación en su juventud, sino el baloncesto. Desde su casa en la calle Predicadores de Zaragoza veía las siluetas de los jugadores tirando a canasta al otro lado del Ebro. Pronto se vio con un balón entre las manos. Fue pívot en el Helios y, gracias a su buen hacer, fue preseleccionado para disputar un amistoso entre España y Bélgica, previo a los Juegos del Mediterráneo de 1953. Sin embargo, una lesión le privó de ese debut y frustró su carrera deportiva. Fue el segundo aragonés convocado por España después de Fernando Muscat.

Hijo de ferroviario y sindicalista de la CNT, López-Zubero emigró a Estados Unidos en 1955 («me fui con un amigo en tercera clase, como los del Titanic», recordaba). Allí formó una familia de la que nacieron Martín, David y Julia, tres prodigiosos nadadores que llenaron de gloria el deporte español. El más brillante de todos ellos fue Martín, campeón olímpico en Barcelona-92 en los 200 espalda, además de dos veces campeón mundial (en Perth en 1991 y en Roma en 1994) en esa misma especialidad. Participó en otros dos Juegos, en Seúl-88 y Atlanta-96. David, otro de sus hijos, tomó parte en tres ediciones olímpicas (Montreal-1976, Moscú-1980 y Los Ángeles-1984). En la antigua Unión Soviética se colgó el bronce en los 100 metros mariposa. Julia participó en esa misma cita.

«El oro de Martín lo viví con mucha alegría, como es lógico. En las piscinas Picornell hizo una cosa que no hizo nadie. Batir el récord olímpico. Pero mi mayor triunfo como ser humano es que he tenido tres hijos que son muy buenas personas. La bondad es indispensable en la vida. Entrenarse a esos niveles y estudiar era realmente difícil», reconocía en el 2017 en una entrevista con este diario José Luis López Zubero.

Hombre de mundo, había vuelto a vivir a España tras la jubilación. Residía en Madrid junto a su segunda mujer. Sufría problemas del corazón. «Sin mi mujer estaría muerto y ella ha añadido diez años más a mi vida», explicaba hace tres años. «Mi cabeza va bastante bien y tengo la suerte de que Susana me ordena las ideas. La vejez es peor que la muerte. Las mujeres tienen más capacidad de amar y resistir que el hombre», afirmaba. Preocupado también por la solidaridad creó una Fundación con la que ayudó a miles de personas desfavorecidas en países en vías de desarrollo de todo el planeta, en Bolivia, Chile, Birmania o Vietnam. Una vida de película con unos hijos de película.