Cinco años después de sufrir una amarga derrota en el All England Club, el español Rafael Nadal enterró una pesadilla que guardaba en su mochila al derrotar al australiano Nick Kyrgios por 6-3, 3-6, 7-6 (5) y 7-6 (3) y avanzar a la tercera ronda de Wimbledon. Entonces, Kyrgios contaba 19 años, y era invitado especial del torneo. En la pista central, mismo escenario de ayer jueves, puso aquel 1 de julio su nombre en el estrellato al ganar a Nadal por 7-6(5), 5-7, 7-6 (5) y 6-3, aplastándole con 37 saques directos.

Cinco años después, librando entre tanto cinco batallas más y con 3-3 en su balance de enfrentamientos, el balear se mantuvo en calma, soportó tranquilo las dejadas de su rival, sus golpes entre las piernas y saques de cuchara. También sus 29 aces y discusiones con el juez de silla. Nada perturbó su esquema de juego, y a pesar del virtuosismo ocasional de Nick, y de sus geniales toques en la red, Nadal ganó el choque en tres horas y 4 minutos, hablando en la pista solo con sus golpes y levantando el puño cuando, enrabietado, sacó de su pecho toda la emoción contenida, propia de un gran duelo.

El encuentro ya había disparado los comentarios. Kyrgios había acudido la noche anterior a un conocido pub en Wimbledon Village, Dog and Fox para relajarse, y el miércoles había aprovechado sus 40 minutos de entreno para preparar el duelo contra el de Manacor con la tenista española Carla Suárez como compañera de pista.

El encuentro comenzó con Kyrgios despertando poco a poco. El de Canberra cometió cuatro fallos consecutivos, y Nadal ganó seis puntos seguidos hasta que llegó el primer ace de Nick. En este primer set, el saque de Nadal marcó las diferencias. Seguro, rápido y efectivo, el balear ganó tres juegos en blanco, y solo cedió tres puntos con su servicio. Kyrgios parecía aletargado y solo despertó al público de la central cuando hizo un saque de cuchara en el octavo juego, provocando los silbidos de los aficionados. Nadal, que había roto en el segundo juego, cerró este parcial con su primera volea de derecha, a los 29 minutos.

El saque del australiano había permanecido bajo mínimos hasta entonces, pero comenzó a calentarse en el segundo acto. Kyrgios subió las revoluciones y la velocidad, y consiguió uno a 222,089 kilómetros por hora.

EL AUTÉNTICO KYRGIOS // El auténtico Kyrgios apareció entonces. Más activo, inquieto, hablador e imaginativo, y también guerrero. Rápidamente se colocó con ventaja de 3-0, y comenzó a discutirlo todo. Primero se quejó de que Rafa tardaba demasiado en colocarse al resto, y que debía ser sancionado, y tanto se reiteró que sus quejas le llevaron a recibir una advertencia del juez de silla. Luego, sus gestos negativos se hicieron ya permanentes.

Pero ese es su juego, su forma de ser y estrategia. Cuanto más discute y se enerva, mejor saca, mejor pega de derecha. Y aunque Rafa rompió en el séptimo (3-4), Nick fue capaz de robar de nuevo el servicio del español a continuación y ganar el suyo al siguiente para hacerse con el segundo parcial.

A esas alturas, Kyrgios ya estaba en plena efervescencia. Sus conversaciones y discusiones con el juez de silla, el francés Damien Dumusois eran constantes en los intercambios. «No eres nadie. Piensas que eres importante, pero no tienes ni idea de lo que está pasando. Eres una vergüenza», le dijo.

Estaba ya acelerado, y faltaba solo un golpe entre las piernas, que llegó en el quinto juego del tercer parcial, y algún arrebato de ira, como el pelotazo que envió al cuerpo de Rafa en el noveno juego.

En esta manga no había habido ni una sola bola de rotura por ambas partes, y así se llegó al desempate. Con Nadal centrado y a lo suyo, y haciendo un ace, el balear se colocó primero 5-2 y luego 6-3 para acabar ganado el set.

El cuarto tuvo el mismo panorama. Ninguna oportunidad de rotura, fuerzas niveladas y adrenalina al máximo. Resultado: segundo desempate de la tarde, y de nuevo Nadal se hizo de acero. Su próximo rival será Tsonga. Federer también accedió la tercera ronda.