Iban Mayo se marchó ayer del Tour. Lo hizo sin avisar. Cuando se comunicó que no tomaba la salida en la 15 etapa ya se encontraba conduciendo el coche de su novia Goretti camino de Vizcaya. El ciclista vasco y el Euskaltel se han convertido en la gran decepción de la ronda francesa, muy por encima del Liberty Seguros, que también ha fracasado en el reto de buscarle las cosquillas a Lance Armstrong.

El Euskaltel vino al Tour con un líder, Mayo, y una alternativa, Haimar Zubeldia. Ambos, sin presión, con libertad y casi como si fuera un juego de niños, se plantaron el año pasado en París en la quinta y la sexta plaza de la general. Los dos ya están en casa. Ambos se mostraron excesivamente frágiles con la presión y la responsabilidad. Mayo deberá cuidar este aspecto, mucho más que sus genialidades, si quiere regresar el año próximo a la prueba con aspiraciones de intentar ganarla. El corredor vasco no ha sabido diferenciar su lucha personal con la dirección del equipo de su concentración en la carrera.

Sin estructura profesional

Según ha sabido este diario de personas del entorno del Euskaltel, el divorcio entre el jefe de filas y los máximos responsables de la formación, Miguel Madariaga, el mánager, y Julián Gorospe, el director, es evidente. Mayo considera que el Euskaltel no tiene la suficiente estructura profesional como para poder afrontar un Tour con posibilidades de victoria. El ciclista está muy molesto por la presión a la que se vio sometido poco antes del Tour. Cree que las cosas no se hicieron bien, tampoco en invierno, donde tuvo que acudir a todo tipo de actos y homenajes. Pero, mientras todo fue redondo, con su extraordinaria primavera (allí donde corría, ganaba), y hasta que se estampó en la etapa del pavés, aceptó las consignas de un equipo, el Euskaltel, que tuvo que hacer un esfuerzo extraordinario para pagarle los 600.000 euros anuales de ficha (100 millones de pesetas).

"No íbamos a dejarle aquí para que se arrastrase", justificó ayer Madariaga al hablar de la retirada de su jefe de filas. También se sacó de la chistera el virus de turno. A Mayo le faltó coraje para lo que sin duda habría sido una gran experiencia y una cura de humildad. Llegar a París y no decepcionar aún más a una afición, que había puesto toda su fe en la extraordinaria potencia de sus piernas.