—¿Cómo era su infancia?

—Mi vida la repartía entre estudiar y jugar, jugaba a todo. Mi padre tenía un sentido de la justicia tal que yo le dije padre, por qué no le ayudo ahora en verano, que he aprobado todo, me pongo a trabajar. Y él, la única vez que me habló de usted, me dijo no, su trabajo es estudiar y se merece unas vacaciones, así que diviértase todo lo que pueda. Mi vida entonces era estudiar y jugar. Y colaborar acompañando a mi madre a la compra, que tenía que ir todos los días porque no había frigoríficos. Iba con ella a la compra y luego ya a jugar o me iba con mis amigos del barrio.

—¿Veía mucho fútbol?

—Sí, mi padre me decía, ¿qué quiere mi chico de premio por las buenas notas? Pues ir a ver al Santos con Pelé y al Botafogo, con Garrincha y Didí, que eran un espectáculo aparte. Ir a ver al River Plate de Sívori. La pregunta entonces era quién era mejor, Sívori o Pelé. Argentina tenía la hegemonía en Sudamérica, luego ya apareció Brasil. El mejor futbolista que he visto en mi vida es Pelé. Y segundo si quiere, Garrincha, que era un espectáculo.

—¿Cómo le descubrió el Real Zaragoza?

—Había jugado un partido preliminar del que jugó el Zaragoza con la selección de Perú. Empatamos a uno y marqué el gol. Pero en el partido del Zaragoza hubo un problema con Seminario y otro jugador y el árbitro expulsó a los dos con buen criterio, pero la gente empezó a protestar porque querían ver a Seminario. Entonces se jugó otro partido y hubo un desempate de los juveniles, que ganamos 5-1 y marqué cuatro goles. Ahí me vio César, el entrenador del Zaragoza.

—¿Y quién le fichó?

—César mandó a Seminario a buscarme por todo El Callao, que es mi ciudad, y nadie le daba razón. Al final ya cansado se le ocurre decir, es un chico espigadito, que con la zurdita hace lo que quiere con el balón. Y le dijeron ¡hombre, el zurdo! que es como me conocían, y lo llevaron a mi casa. Yo había llegado al mediodía del colegio para almorzar y mi madre me dice mira, Seminario. Yo lo admiraba muchísimo. Me quedé asombrado.

—¿Recuerda su llegada?

—A Zaragoza llegué un 19 de junio de 1962. En principio parece ser que no venía para el Zaragoza. César me había traído pero mi camino era otro porque él tenía en su cabeza siempre entrenar al Barcelona y por ahí iban los tiros. Pero se marchó Seminario a la Fiorentina en 1962 y me dieron la oportunidad.

—Y empezó jugando mucho pero en su segunda temporada salió del equipo titular.

—Jugué ese primer año y empecé el siguiente de titular. Nadie lo sabe pero entonces, siendo entrenador Ramallets, mi madre se puso muy enferma. La pobrecita murió con 43 años, yo acababa de cumplir 20. Mi cabeza estaba en Perú. La gente se preguntaba qué me pasaba, pero solo lo sabía Ramallets. Le dije, le voy a pedir un favor, sáqueme del equipo. Se me quedó mirando extrañado, pero le dije sí, porque el Zaragoza está jugando con diez y le conté el motivo. Él, emocionado, me dio un abrazo, y me dijo, Sigi, no he visto persona más honrada que usted en el fútbol. Y cuando supere ese problema, volverá al equipo. Pero a Ramallets lo dimitieron, llegó Luis Belló, que con él ganamos la Copa del 64, y aparecieron los Magníficos.

—¿Ya no pudo recuperar la titularidad?

—Había otro gran problema, que no había cambios. Entonces, ¿Cuándo entrabas? Santos, que era un gran jugador, en la última gala que coincidimos me dijo, Sigi, qué putada te hizo la reglamentación de entonces. Tú eras jugador de cuerpo entero, porque en los entrenamientos te salías, pero los Magníficos tenían mucho peso específico. Ojo, no quiero decir que se cometiera una injusticia contra mí, pero tampoco se cometió una justicia. ¿Cuándo me ganaba el puesto?

—¿Le dijeron algo sus compañeros?

—Yarza, que era un porterazo y una de las mejores personas que he conocido. Cuando hablé con Ramallets para que me quitara del equipo él se enteró y me echó una bronca… a él le pasó algo parecido pero sí pudo recuperar su puesto. Él era el mayor y yo el más joven. Me dijo, esto no se hace, tonto, que te quite el entrenador si quiere. Le decía, Quique, si estáis jugando con diez, que no me estoy enterando de nada. No ves que si te quitan el que salga en tu puesto lo hace tan bien que no puedes volver a entrar.

—¿Cómo le afectó?

—En mí bullía siempre el recuerdo de mi madre. Estaba en mi habitación y decía, tantos aplausos, tantas cosas de La Romareda, y ahora estoy solo. Aunque no viva tu madre contigo, sabías que estaba en Perú y en vacaciones iba a verla. Pero cuando no la tienes, aunque quieras no la puedes ver. Un crío viniendo de un país tan diferente... La gente de ahora está mucho mejor preparada para viajar. Yo vine de Perú sin haber salido nunca, a un mundo tan diferente.

—¿Por qué se fue al Recreativo?

—En la 67-68 dejó la presidencia Waldo Marco y llegó Alfonso Usón. Por lo visto el Zaragoza estaba algo falto de liquidez y vino el presidente del Huelva y nos fuimos un pack, Encontra, Villacampa, Gozalo y yo. Cuando habló conmigo, el presidente del Huelva me dijo vengo de parte de César. Yo decía si a este señor lo ha mandado César, que yo lo tengo en un pedestal, pues voy y acepto el traspaso. Cuando sale en la prensa que había fichado, me llama César y me dice, ¿qué has hecho? Le dije, ¿No me ha mandado a buscar usted? Tontito, ¿se piensa que yo necesito intermediarios para llamarle y decirle lo que sea? El fútbol no era mi mundo, mi mundo era el juego, pero no todo lo que le rodeaba.

—En Huelva no estuvo mucho tiempo.

—A los tres meses no me sentía a gusto y compré mi libertad, que me costó mucho dinero. Y Fernando Daucik, entrenador del Elche, al ver que quedaba libre le dijo a la directiva que era interesante. Me llamaron para firmar y me dijeron que iba a jugar el domingo porque no tenían interior izquierda. Me ficharon, mandaron la ficha a la federación de Murcia y la federación contestó que no podía firmar porque el Zaragoza se había opuesto porque no había cobrado el traspaso del Huelva. No pude jugar. En mi puesto jugó Asensi, con 17 años, bordó el fútbol, marcó el empate y me cerró el paso otra vez.

—¿Y qué hizo?

—Fui a ver ese partido y de ahí me vine a Zaragoza para ver por qué no me dejaban fichar. No he sido follonero nunca, pero me busqué un abogado porque no me parecía justo. Y la federación me dio la razón. El abogado me dijo, vamos a arruinar al Real Zaragoza. Y le dije, no, el Zaragoza ni su afición tienen culpa de nada. Eres idiota, me dijo el abogado, no ves que te han perjudicado. Pero dije que no.

—¿Cómo acabó jugando en el Deportivo Aragón?

—Al año siguiente esperaba un acuerdo con el Toulon, pero estos se retrasaron y en el Aragón estaba José Luis García Traid, que se había retirado el año que yo llegué por un problema de menisco. Le pedí que me dejase entrenar para estar en condiciones cuando me llamaran de Francia. Me llamaron de Toulon, hice una prueba a condición de que me pagaran más y luego me ofrecieron menos, me dijeron que lo iban a estudiar, que me llamarían... y no lo hicieron en toda la temporada. Por eso jugué en el Aragón. Cuando dimiten a García Traid yo también me fui porque había ido con él que era mi amigo y me fui. Esperé a que terminase la temporada y ya me llamaron de Toulon y me fui a Francia

—¿Cómo le fue en Francia?

—En Toulon estuve dos años. El gran problema de entonces era el derecho de retención. Nadie quedaba libre si no era con un acuerdo de traspaso entre clubs. El derecho de retención era que si yo me quería ir el club no me dejaba, aportaba el 10% de mi contrato anterior y me retenía. Era una esclavitud, no había cláusulas ni nada. En Francia fue fenomenal. Yo quería firmar un año porque ya tenía 29, pero me dieron dos. Fueron espectaculares. Había una hinchada, los pies negros, que llevaban trompeta. Cuando cogía el balón me tocaban Que viva España, el pasodoble, y eso me emocionaba mucho.

—¿Cuándo decidió retirarse?

—Me retiré de Arles cuando había cumplido 34 años y estaba muy bien. Pero había problemas para ingresar a mis hijos en el colegio, el mayor se tuvo que venir, después se vino mi mujer con mi hija y me quedé solo. Soy muy familiar y no me gustó. Me ofrecieron mejores condiciones y seguir luego como entrenador. Esos cinco años fui muy feliz.

—Volvió al Deportivo Aragón, esta vez como entrenador.

—El primer año soy entrenador y creo que tengo una plantilla buena, que es lo importante, porque si no tienes buenos jugadores no hay nada que hacer, y ese año pasaron al Zaragoza Echeverría, Villanova, Pablo Alfaro, los hermanos Tejero, Vizcaíno, Villarroya, Salillas, Moisés, Virgilio… tuve a todos esos en el Aragón, cómo no iba a triunfar con este equipo. Hicimos una temporada fenomenal, terminamos primeros con el Mollerusa pero subió el Mollerusa por un gol. El presidente era Miguel Beltrán y el responsable de la ciudad deportiva era Jesús Domingo. No quise continuar porque ahora tenía que volver a empezar con juveniles pero Domingo me convenció de que siguiera. Los resultados no fueron buenos, vino otra directiva que quería poner a Manolo Villanova y me fui a casa. Luego mi periplo fue el Binéfar, el Hernán Cortés, incluso el Zuera y el Fuentes en Regional Preferente, pero esto ya por amistad.

—Su debut en el Zaragoza fue muy sonado con algún caño a Di Stéfano incluido.

—Debuté en Liga fuera de casa contra el Madrid. Era un partido que el entrenador aprovechaba para ver gente. Perdimos 3-1 en un campo helado totalmente. César siempre estaba pendiente de mí, me quería mucho, era prácticamente mi tutor. En una jugada cojo el balón, lanzo a Miguel, que era el extremo derecha, me incorporo al ataque, él centra y, en mi afán de alcanzar el balón, resbalé y llegué antes de lo que lo hubiera hecho corriendo. Llego, meto la punta por instinto y sale una vaselina, un golazo. Estaba el subdirector del Marca y me dice, caramba no sabíamos que tenía una técnica tan depurada. Yo le comenté que había resbalado. César estaba al lado y le dijo, no le haga caso, es muy humilde, estas cosas se las veo hacer todos los días en los entrenamientos. Cuando se fue el periodista me dijo, eres un tonto, tienes que decir que habías visto que salía el portero y le lanzaste una vaselina.

—¿Y aprendió?

—En Roma me pasó algo parecido. Saca Miguel un córner con la pierna derecha, el portero era Cudicini, la estrategia era que yo salía de atrás para arrastrar defensas y que Marcelino pudiera cabecear, que cabeceaba como los ángeles. Saca Miguel fuerte y me encuentro con la sorpresa del balón encima, me aparté pero le di con el parietal y el balón salió a la cepa del poste, un gol impresionante. Y lo mismo, estaba el mismo periodista, que nos acompañaba siempre, Antonio Valencia, y me hace la pregunta, ¿usted también remata? Y yo no le daba con la cabeza nunca. Le dije no no, esto ha sido así, he querido apartarme y le he dado, yo no la he puesto ahí. Y César, que estaba al lado, me dice, es que no has aprendido nada, tienes que decir que has aprendido a rematar. Le dijo, usted no me ha visto a mí cómo remato, cómo no voy a enseñarle a mis jugadores a rematar de cabeza. Mi mundo era ese, era diferente al mundo del fútbol.

—¿Cómo jugaba el Zaragoza?

—Era un fútbol de artesanía. Cuando vine era un fútbol más directo, pase al extremo, centraba y llegaba el delantero centro, que era un tanque, para rematar. Y se empezó a cambiar la filosofía del fútbol. El Zaragoza hacía un gran fútbol, cuando no podía jugar disfrutaba mucho viéndolo. La gente sabía que iba a disfrutar y a ver ganar a su equipo en La Romareda.

—Les tocó viajar mucho a las islas británicas.

—Recuerdo una anécdota con Daucik en Inglaterra. Él me llamaba Siyi porque había estado en Cataluña, me dice, [imita su forma de hablar] usted quedar después del entrenamiento, le doy un balón y hacer toques. Pensé qué bien, mañana juego. Empecé a hacer el repertorio de toques y al día siguiente hay una foto mía en los periódicos. Llega el partido, da la alineación y no estaba. Le digo míster, no lo entiendo, me hace hacer el circo el día anterior y no me pone. Me dice, yo pensar, si usted hacer todas estas cosas con el balón y no ser titular, cómo serán los titulares. Me reí, claro. Y los titulares eran buenos de verdad, eh. Eran una maravilla.

—¿Pudo irse a otros equipos?

—Los equipos grandes me quisieron pero el Zaragoza no me vendía por nada y yo no me podía ir por el derecho de retención. Llegué al curso nacional y el director era Miguel Muñoz, un señor, iba saludando uno por uno y cuando llega a mí me abraza y me dice, ¡por fin te tengo! Quise que hubieras venido al Real Madrid porque eras jugador del Madrid, tu pierna izquierda y la de Puskas eran las mejores de la Liga. Entonces me enteré de que me había querido el Madrid. Sí sabía del interés del Barcelona, por César. Pero nunca, nunca, aunque salía en la prensa que me reunía con César, ni él me dijo nunca nada. No sé si hubo negociación entre clubs. Se decían tantas cosas.

—¿Y después?

—Estando en Toulouse, con 32 años, vivía allí Just Fontaine, que nació en Marruecos y era descendiente de almerienses. Me vino a ver, ¿te interesa ir al PSG? Sí, claro. Pero hay una condición, te tienes que hacer francés. Y dije que no, cuando me acoja a otra nacionalidad que no sea la peruana será la española. Claro, tenía 32 años y esa plaza de extranjero la querían para un jugador más joven. Y me quedé en Toulouse. El PSG era un equipo ya de mucho dinero, pero no fui.