Roger Martí lleva nueve goles en 2.320 minutos, en 27 partidos como titular y 32 en total. Los datos son elocuentes, porque marca cada casi 260 minutos, casi cada tres partidos, pero también es palmario lo que el delantero ha ofrecido todo el curso. Irreprochable en el trabajo, en el esfuerzo, en el deseo de aportar, en el jugador cedido por el Levante no habita un delantero con instinto matador, un punta que cualquier equipo que de verdad piense en el ascenso deba tener de referencia.

Y Roger, ante la poca respuesta de Henríquez, que también en Montilivi tuvo fallos ante el gol, aunque no tan claros como su compañero, lo ha sido en este Zaragoza de Segunda. El chileno ha vivido más fuera de la realidad del Zaragoza que dentro y lleva sin marcar desde noviembre. Y Roger puede ser un buen complemento arriba, nunca la referencia indiscutible. Por ahí y por muchos otros factores ha completado el Zaragoza un curso tan triste y ve escaparse el tren hasta de la promoción.

De Roger se ha sabido esta temporada que es mejor en la definición cuando tiene poco tiempo para pensar que si el reloj le da la oportunidad de mirar al portero. Lo demostró en sus fallos ante el Eibar o el Deportivo, por citar en los más recientes. En Montilivi, sin embargo, vivió su tarde más aciaga, un día para olvidar. Las tres ocasiones que falló dejaron al Zaragoza sin victoria ante el Gerona. Este partido, con un killer de verdad, con un Ewerthon, por citar solo el ejemplo del último ascenso, hubiera caído sin ninguna duda del lado zaragocista. Tal cual.

Roger, el pistolero por su forma de celebrar los goles simulando disparos, salió al campo con balas de fogueo, de las que no hacen daño al rival. Primero, un pase de Montañés que Luis García dejó de forma inteligente que llegara a sus pies lo envió a las manos de Becerra con todo a favor, a pocos metros de la portería. Montañés no se rindió. Lo probó con un balón a la espalda de la zaga, un envío medido. La vaselina de Roger solo ante Becerra se fue lejos. Tampoco ayer estaba para acertar en los remates en que no hay que pensar.

Tras el descanso llegó el último regalo de Montañés, que levantó la cabeza y dejó un pase medido a la testa del delantero valenciano. Con todo a favor, sin oposición y con tiempo, su remate, girando en demasía el cuello, se fue desviado. Como todo es susceptible de empeorar, Roger, quizá con el remordimiento de tanto fallo, se dejó llevar por los nervios y amagó con golpear a Timor. Apenas le tocó, pero el árbitro le vio. Suficiente para haberlo expulsado. Le sacó una amarilla que le deja sin jugar ante Las Palmas por acumulación. Menuda la tarde vivida por el pistolero en Montilivi.