Son las nueve de la mañana. Suena el teléfono en la habitación 211 del Institut Universitari Dexeus. Chicho Lorenzo se levanta raudo del sillón y, casi dando un salto por encima de la cama de su hijo Jorge, recién operado por el prodigioso cirujano de manos Xavier Mir, levanta el auricular al vuelo. Es Pilar, la eficiente secretaria de Giampiero Sacchi, jefe del equipo Derbi. Pilar quiere saber, en nombre de toda la fábrica, de toda la escudería, cómo está su campeón. Chicho, visiblemente preocupado, observa el aparatoso vendaje que reposa sobre el vientre atlético de Giorgio y le asegura a Pilar que todo sigue su ritmo. "Aunque Jorge no ha pasado muy buena noche", subraya el padre del piloto.

No es de extrañar. Jorge ha pasado del cielo al infierno en un santiamén. A más de 250 kilómetros por hora. Hace 15 días ofreció una de sus mayores exhibiciones. Había hecho otras, pero como aquella, pocas. Ganó, con una mano, en la catedral de los motards , en Assen, después de irse al suelo, recuperar terreno, acelerar con los dientes y ganar, casi sobre la misma línea de meta, al italiano Roberto Locatelli. Su Derbi, su bala roja , había demostrado estar ya a punto.

Caída en Brasil

Llegó a Brasil y el chico, todo atrevimiento, nada de chulería, todo convencimiento, decidió cumplir su palabra: ganar de nuevo. Hizo unos buenos entrenamientos y, en carrera, justo cuando estaba en segunda posición, detrás de Casey Stoner (KTM), perdió el control de la moto y rodó por los suelos, con tan mala suerte que se abrasó la mano derecha. "Yo no sé de qué material están hechos los guantes, pero deberían de encontrar algún truco, alguna protección, algo, que resistiese más, pues estos chicos se destrozan los dedos cada vez que se caen", comentó ayer el más experto del mundo en estas lides, el doctor Xavier Mir, que ya ha reconstruido las manos de Alex Crivillé, Nani Roma, Toni Elías y, recientemente, las del italiano Marco Melandri que, a los siete días, se subía al podio.

Jorge no creía haber sufrido tanto daño: "Sólo nos dimos cuenta del alcance de la lesión al llegar a Barcelona, pues tenía el dedo en carne viva, un agujero de narices". El meñique derecho, el que aprieta el puño del gas, el que inyecta caballos a la bala roja , se había quedado sin piel y el tendón, el de arriba, es decir, el extensor, el que recupera el dedo tras doblarlo, estaba al aire y casi destrozado.

Mir, el mago , le extrajo tres centímetros de piel de la muñeca derecha ("una zona donde la piel es muy flexible y cede fácil") y, tras reconstruir el tendón con microcirugía y unos puntos de un material que el dedo acaba absorbiendo ("cuando se recupera el tendón desaparecen y no hay que extraerlos"), se la implantó en la parte superior del meñique.

Ahora toca esperar. Que el tendón se recupere y que la piel se consolide. Hay serias dudas de que Jorge pueda hacer diabluras el próximo 18 de julio en Alemania. Pero volverá, una semana después, en Inglaterra. Que se preparen.