Todos renuncian en Argentina: presidentes, vicepresidentes y entrenadores de fútbol, que son como estadistas en miniatura. Marcelo Bielsa fue consecuente con la tradición y se despidió del seleccionado nacional porque, dijo, se quedó "sin energía". Tratándose de un adicto al trabajo, sus razones no conformaron a nadie. Todo indica que Bielsa esperó un momento de gloria --la medalla de oro en Atenas-- para dar un portazo meditado desde hace mucho tiempo. Fue una salida glamurosa a un infierno en la que estaba sumido tras el decepcionante (cayó en primera ronda) de Argentina en el Mundial de Corea y Japón.

El fracaso en la competición más importante del planeta nunca pudo ser digerido por los argentinos que, en el peor momento de su historia contemporánea --la crisis del 2001, con el corralito-- soñaba con ganar el torneo a modo de consuelo, como en 1978 cuando el país recobró la alegría durante el gobierno de los dictadores militares. Bielsa fue la imagen de esa frustración. Los estadios empezaron a vaciarse cuando jugaba la albiceleste. Parte de los medios inició una feroz campaña en su contra. No importaba que hubiera renovado el equipo, incluyendo a los nombres que todos pedían desde hace mucho tiempo. El técnico, que también concluyó en fracaso su breve paso por el Espanyol, era el blanco de la crítica y de la sorna. Le decían que era aburrido. Llegaron incluso a criticarle su honradez en un país donde la corrupción es un lugar común, y que en el fútbol se refleja en el mareante mercado de jugadores.

Pekerman, el manejable

Más allá de la mofa o el reparo a su estilo de juego, Bielsa nunca se llevó bien con Julio Grondona, presidente de la Asociación del Fútbol Argentinos (AFA) hace casi un cuarto de siglo y mano derecha en la FIFA de Joseph Blatter. La negativa de los clubs europeos a ceder en el futuro a los jugadores fue la gota que colmó el vaso entre la relación entre ambas partes. Para Grondona, conocido como el Don Corleone del fútbol, Bielsa era "inmanejable".

Y don Julio quiere incondicionales. Carlos Bianchi le dijo no a la selección convencido de que Grondona le iba armar el equipo, como sucedió en la era de Carlos Bilardo. La llegada de José Pekerman es una bendición para el padrino de la AFA. Habrá que ver si Pekerman, tres veces campeón mundial juvenil, acepta ser un títere.