Corren malos tiempos para los Borbones, pero no es la primera vez que eso ocurre, ni seguramente será la última.

Atrincherado en su prestigio, y tras apelar a la comprensión e indulgencia del pueblo español, el Rey Juan Carlos afronta sus últimos años de reinado con una tensión tan fuerte como dividida se encuentra su familia. La racha de malas noticias que en los últimos meses ha afectado muy negativamente a la Casa Real ha tenido necesariamente que oscurecer el ánimo del monarca, así como sus expectativas con vistas a una tranquila sucesión al trono de España por parte de su hijo Felipe.

A lo largo de su historia, la familia Borbón ha sido rica en personajes y anécdotas. Desde que Felipe V ocupó los salones del Palacio Real de Madrid en los albores del siglo XVIII, el linaje ha abundado en descendientes peculiares o excéntricos, tan originales o descacharrantes como La Chata o don Jaime de Mora.

O, también, la infanta Eulalia, hija de Isabel II, a quien Jordi Siracusa (seudónimo de Jordi Martínez Brotons), un interesante autor afincado en Zaragoza, acaba de dedicar una novela titulada "Al hilo de la vida. Eulalia de Borbón, la indómita".

Una mujer ciertamente extraordinaria, que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX y que conoció todos los avatares de la Corona y de su entorno nacional y europeo; desde la restauración monárquica con Amadeo de Saboya al exilio de Alfonso XIII, pasando por la revolución soviética, el ascenso del nacionalsocialismo y la guerra civil española.

A caballo entre dos épocas, la del absolutismo y la de las vanguardias, esta infanta fue siempre a contracorriente. Se casó con quien su condición de princesa le obligó; pero se enamoró de quien su condición de mujer le impuso. Fue madre, esposa, amante... pero, sobre todo, quiso saber quién era.

En 1911, Eulalia de Borbón publicó un libro reivindicativo sobre la mujer. Se tituló En el curso de la vida y apareció firmado por la Condesa de Ávila. Lo que allí se decía disgustó profundamente a su tío, Alfonso XIII, y la distanció de su familia. Pero ella se había limitado a dar rienda a sus sentimientos y pensamientos, entre los que no se ocultaba la simpatía hacia la República.

Además de escribir con mucha elegancia, Jordi Siracusa se ha documentado profusamente sobre la casa de Borbón, lo que convierte la lectura de su novela en un grato ejercicio intelectual.