Cuenta la leyenda que Silván de la Peña era un gigante solitario. Tenía su guarida en lo alto de un acantilado y se dedicaba a saquear y atemorizar a las gentes de Tella y sus aldeas. Un día raptó a Marieta, una niña pastora. Pero esta logró escapar. La afrenta no la perdonaron los vecinos y le mataron. Su leyenda entronca con la del Yeti del Himalaya o el Bigfoot de los bosques de Norteamérica.

La vida de Silván pasó de padres a hijos en Tella, como los aquelarres de las brujas que se recuerdan en un museo que es uno de los puntos de interés de esta localidad del Sobrarbe cercana al cañón de Añisclo y a Escuain. Tella también es famosa por la Cueva del Oso Cavernario y las ermitas de San Juan y San Pablo (siglo XI), la Virgen de la Peña y la Virgen de Fajanillas.

El senderismo es otro de los puntos de interés de la localidad. Es muy transitado el aéreo camino del Canal del Cinca o la travesía desde Tella por su collado hasta el valle de Pineta. Una nueva oferta es la de la senda de Silván. Se ha realizado gracias al impulso de la asociación local Losa la Campa y el técnico Alberto París. Este camino es muy peculiar. «No está hecho para los senderistas de toda la vida y tampoco se meterán en él los montañeros clásicos», comenta París.

El recorrido de la Senda de Silván se puede combinar en una media jornada con el museo de las brujas, la visita a las ermitas o la cueva del oso cavernario. Es una excursión de dificultad media por un terreno incómodo y salvaje donde las gentes de Tella tenían que buscar su sustento. El trayecto se puede realizar en media jornada y las vistas son espectaculares.

Es un constante sube y baja por un terreno abrupto que se adentra en sus primeros metros en el pinar de La Suert. La senda se abre a media ladera, subiendo y bajando una repisa boscosa. Son lo que se denominan Las Faixas. El sendero gira hacia el sur y nos encontramos unos vertiginosos precipicios con las vistas del valle del Cinca. Es en la Cueva de la Tosca donde se gira para ir hacia el norte, siempre subiendo al pie del acantilado.

Ese abrigo rocoso era utilizado como lugar de trabajo y almacenaje de la madera y especialmente el boj. Decenas de inscripciones de los dos últimos siglos atestiguan la frecuentación humana. En este terreno salvaje, peligroso y abrupto, las gentes de Tella tenían que buscar su sustento. Hasta los años 70 del siglo XIX estas faixas eran utilizadas para los aprovechamientos de maderas, pastos para las cabras y la caza y como acceso al Congosto de las Devotas.

Después se llega a donde se dice que el gigante Silván tenía su cueva en lo alto de la pared. Ya solo queda un paso equipado para superar un tramo rocoso y ascender por la loma para encontrar la pista que vuelve a Tella. Las vistas hacia el este de Punta Llerga y de la Peña Montañesa son impresionantes.