Se puede mirar para otro lado ahora que las fiestas son el canto de sirena ideal para que la alegría se oficialice, para que cualquier despropósito sea un pequeño fleco en el marco incomparable de los fuegos artificiales. Hay cuestiones que impiden, sin embargo, distraer la mirada interior, y una de ellas es la bochornosa imagen ofrecida por los responsables de la organización del Trofeo Carlos Lapetra: el ayuntamiento escudado en su economía de guerra y el Real Zaragoza, en que tiene cuestiones deportivas más importantes que atender para presentar el equipo de perfil más bajo ante un Atlético con más clase. A ambos les acompaña la razón, pero en ocasiones como ésta, en el homenaje anual a Lapetra, la sensibilidad y la historia deben ser prioritarias. La ciudad recupera durante estos día su memoria y la eleva orgullosa. Que ningún burócrata olvide que Lapetra llevó sus trofeos a el Pilar y en ella dejó su alma.