Las de Sydney eran más grandes, pero éstas son de oro". Orgullosa, feliz, Teresa Perales presumía ayer de medallas en su regreso a casa tras los Juegos Paralímpicos de Atenas. Sus seis trofeos resumen la competición más gloriosa de su carrera deportiva, a la que la nadadora zaragozana, de momento, no presiente final. "Me voy a relajar hasta mi boda --en enero--, pero seguiré entrenándome para Pekín-2008. Quiero estar allí", aseguró.

La deportista aragonesa quiso agradecer profundamente el apoyo recibido del público --"ellos son mis aletas", bromeó--, los medios de comunicación y sus compañeros del Partido Aragonés en las Cortes de Aragón, donde Perales es diputada y presidenta de la Comisión de Asuntos Sociales. "He vivido días de auténtica locura, todo el mundo me solicitaba. Pero este seguimiento tan cercano ha sido muy importante para mí porque el deporte adaptado ha recibido la trascendencia que se merece", señaló la nadadora, quien invierte cada ocasión que se le presenta en solicitar un plan de becas destinado a los deportistas paralímpicos, ya que España es uno de los países europeos que menos dinero invierte en este fin: "Es fundamental para tener medios que les permitan entrenarse y competir".

Perales rememora con cariño todos los instantes vividos en Atenas, como su conversación telefónica con la Reina Sofía, su despedida de soltera en la piscina o el retraso de dos días con el que llegaron sus maletas. Su emoción se intensifica al hablar de los dos oros conquistados. "Siempre se me resistía, me parecía un sueño inalcanzable. A partir de ahora ya no me lo tendré que imaginar, sólo recordarlo", dijo aliviada. La nadadora había preparado con ahínco la cita griega, nadando 10.000 metros diarios durante el invierno. "Es el espíritu deportivo lo que me mueve, lo aplico a todo. Me gusta que las cosas cuesten sacrificio porque luego el éxito tiene más valor", afirmó Perales, que confía en que, dentro de tres años, los ciudadanos vuelvan a darle un oro, esta vez en las urnas.

La experiencia de Atenas sólo le ha dejado una huella negativa: "En la Villa Olímpica había muchas rampas y peraltes, con el esfuerzo que eso exige para nosotros. Algunos días ya llegaba cansada a competir", reconoció. "Pero aunque había menos voluntarios que en Sydney, la organización ha resultado mejor de lo que esperaba", admitió Perales, que contagia en cada sonrisa y en cada gesto su pasión por la vida. "Procuro disfrutar de todo. Sería muy egoísta si no lo hiciera".