En la oficina se está mejor unos días que otros. La oficina ni tiene aire acondicionado, ni techo para refugiarte del sol, la lluvia o el viento. La oficina de los ciclistas es la carretera, donde muchas veces se improvisa el trabajo. No valen ni las reuniones con el jefe, ni la planificación de lo que debería ser una jornada de trabajo perfecto. Te metes en la escapada, aprovechas los relevos del resto de fugados, atacas en la cuesta que hay a 13 kilómetros de la llegada y levantas los brazos en la meta de Brioude, el pueblo de Romain Bardet. Si fuera tan fácil, cualquiera con una buena bicicleta y unas piernas estelares podría correr el Tour y hasta ganar una etapa. Pero va a ser que no.

A Marc Soler le habían dicho que su trabajo en la oficina (los ciclistas así denominan irónicamente a la carretera, donde trabajan) debía estar dedicado ayer a colarse en una fuga anunciada por todos lados, que se formaría nada más partir de Saint Étienne y antes de afrontar la primera de las tres cuestas dibujadas sobre el Macizo Central.

El sábado fue día de esfuerzo de los líderes a la estela de Julian Alaphilippe, que recuperó el jersey de líder que exhibía Giulio Ciccone. Ayer, en cambio, la jornada laboral indicaba fuga a la carta. Y así fue. Se fueron 14. Soler era el designado por el conjunto del Movistar, con un doble cometido: luchar por la victoria y acumular minutos para que la escuadra telefónica pudiera seguir con el mano a mano que mantiene en la clasificación por equipos frente al Trek estadounidense, que por ahora es el líder.

ESCAPADA ORGANIZADA / Se fueron 14, entre ellos Jesús Herrada (Cofidis) e Iván García Cortina (Bahrain). Pero, ¿dónde estaba Soler? Pues en el pelotón. Grito al auricular y ataque a destiempo, cuando los escapados ya estaban a casi un minuto. Soler partió entonces con toda la fuerza que su alma podía transmitir a las piernas. Esfuerzo titánico, que luego se paga, para enlazar durante la ascensión de la primera montaña. «Entré a destiempo y tuve que esforzarme en el primer puerto. Llegué al grupo un poco muerto», aseguró.

Laurent Jalabert, que de ciclismo sabe mucho, repetía una y otra vez en la televisión francesa que Soler era el favorito para llevarse la etapa. Pero los escapados no le escuchaban. Soler, ganador el año pasado de la París-Niza, en su segundo Tour, debe ser, si no le mandan atacar como ocurrió ayer, el último hombre del Movistar que colabore en favor de Landa y Quintana al margen de lo que decida hacer Alejandro Valverde, que por algo es el campeón del mundo.

Pero Soler no tenía el mejor día en la oficina. Ya se sabe, hay jornadas mejores y peores. «El final fue muy pero que muy duro». El final incluía un puerto a 13 kilómetros de la meta. Allí la fuga se rompió en mil pedazos. Y Soler se cortó. En Brioude ganó Daryl Impey, el campeón de Sudáfrica. El pelotón de las figuras llegó 16.25 minutos después.

En cuanto a la etapa de hoy, será difícil de predecir, porque los 217,5 kilómetros entre Saint-Flour y Albi ofrecen terreno para preparar escapadas, pero también para que los equipos de los esprinters preparen una llegada colectiva.

En el recorrido que llevará a la primera jornada de reposo en tierras de Albi, los ciclistas tienen terreno para organizar aventuras, con cuatro puertos de tercera y cuarta categoría y un terreno escarpado, pero no lo suficiente como para descartar que los equipos de los llegadores tomen la responsabilidad.