Aun profesional, del fútbol también, hay que pedirle siempre que dé todo lo que tiene, exigirle que alcance sus máximos y, con trabajo, dedicación y capacidad de mejora, que poco a poco vaya limando sus límites. La temporada se está consumiendo ya y el Real Zaragoza camina despacio y de manera agónica hacia la permanencia, sobre todo después del paso de gigante que dio ayer en Córdoba, donde pudo sufrir un cataclismo en la primera parte y al final terminó goleando con un hat-trick de Gual, la sorpresa de Víctor.

La temporada de Gual ha sido lamentable. Desesperante precisamente por eso, porque en ningún momento ha dado lo que tenía ni ha alcanzado sus máximos ni, por supuesto, los ha superado. Fue una de las apuestas principales del club, el gol siempre tiene consideración de prioridad, y su mal año ha repercutido, entre otras muchas razones, en el pobre rendimiento final del Real Zaragoza.

Gual ha parecido un mal delantero esta campaña, con decisiones equivocadas, pésima gestualidad y poca madurez. No estamos ante un mal delantero. En absoluto. Estamos ante un punta con condiciones. Aquí no ha hecho nada de lo que se esperaba. Sus máximos han quedado lejos. Sí lo ha hecho, por ejemplo, Cristian, ayer de nuevo determinante. Ese es un buen espejo para mirarse.