La mejor manera de saber si una jornada en los mercados de renta variable ha sido aburrida y parca en novedades es comprobar cuánto espacio o tiempo se ha dedicado a la renta fija. Es como comentar los resultados de la jornada de baloncesto mientras se mira un partido de fútbol intrascendente. Pues ayer sucedió en los corros españoles: la mayoría de operadores se entretuvo en valorar lo bien que le va al Tesoro español, en lo que va de año, a la hora de colocar letras a seis y 12 meses. En la subasta programada para ayer, se había fijado el objetivo de colocar 4.500 millones de euros en títulos a corto plazo.

Se sobrepasó algo (4.538 millones) ese límite, con ofertas por más del doble, y a unos intereses casi equivalentes a la (¿demasiado?) baja inflación: el 0,5% a un año. Para hacerse una idea de esa reducción de tipos, basta recordar que hace un año una emisión como la de ayer se cerraba al 1,36% de interés. Y en el 2012, se había superado el 5% en las peores subastas.

Pero ni con esos tipos de derribo se logró que los inversores acudieran más raudos a la renta variable. Pesó más el contagio final de las incertidumbres que dominan el panorama internacional, desde el aún misterioso caso del avión desaparecido hasta el enrarecido ambiente en Crimea. De los pocos datos que podían animar las bolsas, como la buena evolución de las exportaciones e importaciones alemanas, tampoco se sacó tinta verde en la mayoría de parquets europeos. En otra jornada anodina, el Ibex cedió un 0,31% y llevó al índice a los 10.163 puntos.