¿Qué es lo peor que le podría pasar a los acólitos de un profeta u oráculo? Pues que su guía se quedase mudo. Es lo que le sucedió, por ejemplo, a Ezequiel, a quien su dios le ordenó: "Entra y enciérrate dentro de tu casa. Y tú, oh hijo de hombre, he aquí que pondrán sobre ti cuerdas, y con ellas te ligarán, y no saldrás entre ellos. Y haré que se pegue tu lengua a tu paladar, y estarás mudo". ¿Podría haber algo peor? Quizás sí: que los seguidores del profeta dieran por sentado que no les va a decir gran cosa aunque abra la boca. Es lo que sucede con los inversores respecto a la reunión de hoy del BCE: no esperan ninguna revelación de su presidente, Mario Draghi.

Sin novedades previstas en las medidas de estímulo para evitar la deflación, los mercados vivieron ayer una nueva jornada de volatilidad y falta de referencias. Las tensiones en Ucrania siguen pesando mucho en los ánimos, y máxime cuando la presidenta de la FED, Janet Yellen, alertó ayer de que es uno de los elementos que amenaza la recuperación económica de EEUU, que por lo demás ve sólida. Su mensaje devolvió a las bolsas a las bajadas con que habían arrancado la sesión por el mal cierre de Wall Street en la víspera. El Ibex 35, así, cayó el 0,64%, hasta los 10.413,8 puntos, aunque los grandes tuvieron un buen día. La deuda, en cambio, sigue ajena a estos vaivenes, y se mantuvo por debajo de los 150 puntos básicos, con el interés del bono a 10 años en la zona de mínimos históricos (2,97%).