En la región de Piamonte, su antiguo feudo, se teme mucho el mal momento que vive la icónica empresa de chocolates Pernigotti. Endeudada hasta las cejas, la empresa, otrora una de las marcas por excelencia del industria alimentaria del norte italiano, está al borde de perder todo rastro de sus orígenes. El último golpe ha sido el anuncio del grupo turco Toksöz, propietario de la marca desde el 2013, que a principios de noviembre comunicó el cierre de la histórica fábrica de Novi Ligure, la última que quedaba en el país.

La seriedad de la situación ha obligado al Gobierno del Movimiento 5 Estrellas y de la Liga a tomar cartas en el asunto y empezar una negociación con Toksöz. Hace una semana, el propio primer ministro italiano, Giuseppe Conte, celebró un encuentro en Roma con los emisarios del conglomerado turco, para buscar alternativas al anunciado cierre.

De no resolverse en plazo breve, el riesgo es que, además del aguijonazo al orgullo nacional, también queden en la calle todos los empleados de la fábrica y se ponga fin a la producción del famoso gianduiotto a base de pasta de avellana de Pernigotti. Un golpe mortal para una empresa fundada hace un siglo y medio en 1868, precisamente, que, en sus épocas doradas, llegó a ser proveedora oficial de la Casa Real italiana, dio trabajo a centenares de italianos y exportaba en muchos países europeos.

Sin embargo, el diálogo, de momento, no ha triunfado. Lo confirmaba una nota, emitida por la actual gestión turca después de la reunión con el Gobierno italiano, en la que se aclaró que no habrá marcha atrás en la decisión de cerrar la planta de Novi Ligure. Y más aún. Toksöz también recalcó que tampoco están dispuestos a vender o a ceder el nombre de la misma, para que otros puedan invertir en la marca, según informaron sin querer dar más declaraciones a la prensa.

La noticia ha situado a los italianos ante las consencuencias de poseer un entramado industrial en constante liquidación, en particular en lo que concierne el sector de la alimentación. Las turbulencias de Pernigotti, de hecho, no son cosa nueva. Se remontan a 1995, cuando Stefano Pernigotti muertos años antes sus dos hijos en un accidente de tránsito en Uruguay decidió vender esta compañía que hasta ese entonces había sido de su familia.

Stefano Pernigotti se esmeró en ese entonces en buscar un comprador que mantuviese alta la calidad de los productos, y lo logró. Ese mismo año, vendió la empresa a otra compañía símbolo de la gastronomía italiana, los productores de licores Averna. El plan funcionó por un tiempo, hasta que también los Averna empezaron a verse afectados por los cambios en la economía global y, finalmente, decidieron vender Pernigotti a Sanset, una filial alimentaria del grupo Toksöz (posteriormente, los Averna también vendieron su empresa).

Ese, según los sindicatos italianos, fue el principio del fin. Los nuevos propietarios turcos llegaron prometiendo iniciar una etapa de internacionalización, pero ya un año después nos dimos cuenta de que algo andaba mal, cuenta Marco Malpassi, del sindicato italiano FLAI CGIL. Desde 2013, la fábrica de Novi Ligure ha cerrado sus balances con fuertes pérdidas, de hasta 10 millones de euros al año, añade Malpassi.

Las consecuencias de esta situación son, en parte, ya evidentes. En la fábrica trabajaban hasta la huelga indefinida que se convocó por el anuncio de Toksöz apenas unos cien obreros, a los que se sumaban, de manera ocasional y en los períodos de mayor producción, otros 150 que no tienen un contrato fijo ni las mismas garantías que sus colegas de plantilla, según los sindicatos.

"Pernigotti de nacional ya tiene muy poco, y peor irá si Toksöz se enroca en su plan, que es el de seguir usando el nombre de Pernigotti, produciendo productos de una calidad inferior, fuera de Italia, o través de empresas que trabajan con el sector 'discount'", asevera el sindicalista, al añadir que el grupo turco ya hoy produce muchos de sus productos envasados con etiqueta Pernigotti en Turquía.

El problema es que, además, la crisis de Pernigotti no es una situación aislada. Tan solo el año pasado, otro fabricante italiano de chocolate, Perugina -adquirido en 1988 por Nestlé- estuvo a punto de despedir a casi 500 trabajadores, que luego quedaron rebajados en 180 después de una larga negociación. Otro caso es el de la histórica productora de máquinas de café Bialetti, la cual, según publicaba recientemente la prensa italiana, tiene deudas por 68 millones de euros y ha perdido el 40% de su valor en la Bolsa en el último año. La razón? En ese caso, según los analistas, la entrada en los mercados de las cafeteras con el sistema de cápsulas que, a pesar de su negativo impacto ambiental, han tenido éxito por su comodidad.