Hoy las bolsas cierran al mediodía, y no es solo reminiscencia de las lonjas marineras en las que todo se acababa al grito de que todo el pescado estaba vendido. Más bien estamos ante el largo respiro acordado a nivel global para que todos los operadores puedan cerrar el año con suficiente tiempo para consolidar un índice lustroso para contarlo y justificarlo esta noche al ineflable cuñado. Pero como la bolsa no deja de ser un continuo de 24 horas manejado por los terabytes informáticos, ayer ya circulaban las principales razones por las que los índices de referencia apenas habían consolidado en Europa los mejores registros del año, co tendencia a teñirse de rojo final, a diferencia de EEUU y su Dow Jones, que sigue en escalada.

Cuentan los auditores bursátiles que del 2014 quedará en la memoria la inesperada caída del precio del petróleo; la actuación inesperada del BCE en la rebaja de los tipos de interés, aunque siguen sin ir acompañados de la compra de deuda pública de países en precario de la eurozona; la mala imagen habitual que reflejan en los mercados globales las dudas sobre España (Gowex, por ejemplo, o el relevo en la dirección del Santander); Argentina y sus impagos; y la enésima crisis griega que acaba arrastrando a toda Europa. Ayer los comentarios de fin de año se poblaron de mitologías y maldiciones milenarias procedentes del riquísimo acervo cultural griego. Sirvieron de poco. Los especuladores estaban echando cuentas de cómo justificar sus carteras. El Ibex perdió el 1,1% y abre sesión final en 10.279 puntos.