La energía mueve el mundo, y no es solo una frase recurrente. Nuestra sociedad basa su funcionamiento en el uso de la energía, porque la necesitamos prácticamente para todo. Desde la iluminación de nuestras casas y calles hasta el calentamiento y enfriamiento de espacios interiores, pasando por la cocina o el transporte de mercancías y pasajeros.

A finales del siglo XVIII la invención de la máquina de vapor y, en general, la revolución industrial y tecnológica que vino con ella, disparó el consumo de energía haciendo necesarias nuevas fuentes como el carbón.

Aragón ha sido históricamente un gran productor de energía eléctrica, empezando por la hidráulica, porque tenemos muchos pantanos y saltos de agua, y terminando por este mineral, con grandes centros de producción en la provincia de Teruel.

Muchos territorios del sur de Aragón han vivido durante siglos de la actividad minera, haciendo de ella su principal sustento de vida y un motor para el desarrollo de la economía y la creación de empleo.

Ya en la década de los 90, la Unión Europea anunció que el carbón tenía los días contados para la producción de energía al tratarse de un combustible fósil que provoca problemas medioambientales como la contaminación, que genera cambios en la biodiversidad y en el calentamiento global. Durante las últimas décadas, numerosas minas y centrales térmicas han echado el cierre y se han perdido muchos puestos de trabajo en el sector, tanto en Aragón como en otras comunidades autónomas y países de Europa.

Ahora, el futuro pinta mucho más negro para el carbón a medida que se acerca el plazo dado por la UE, el año 2030, para que todas las centrales térmicas donde el mineral se transforma en electricidad dejen de funcionar.

En Aragón solo queda una central de este tipo en el municipio de Andorra, en Teruel, que supone aproximadamente el 50% de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera de la comunidad. «Se trata de una industria muy contaminante pero también genera muchos puestos de trabajo directos e indirectos», sostiene Jorge Heras, periodista de Economía de El Periódico de Aragón.

Endesa, empresa eléctrica propietaria de las instalaciones, ha anunciado el cierre de la central térmica de Andorra para junio del 2020. Para su continuidad más allá de esa fecha, necesita realizar una inversión millonaria (cerca de 200 millones de euros) en instalaciones de desnitrificación para reducir la constaminación y adaptarse a la normativa europea, algo que la compañía considera inviable.

El anuncio del cierre de la central de Andorra ha caído como un mazazo en la zona que tiene en el sector minero-eléctrico su principal medio de vida. Unas 6.000 personas se manifestaron hace dos semanas en este municipio turolense para protestar por el cierre de la central y exigir a las administraciones públicas alternativas a los trabajadores que se quedarán sin empleo a mediados del año que viene.

«El fin de las térmicas viene presionado por las políticas medioambientales mundiales y europeas, pero es un sector que crea mucho empleo y de calidad en el medio rural», afirma el experto en información económica. La central térmica genera 600 puestos de trabajo directos en la zona de Andorra, a los que se suman los de las minas de Ariño y Foz de Calanda que la abastecen.

La empresa Samca que gestiona estas minas anunció la semana pasada que detiene su actividad porque Endesa tiene ya mineral suficiente hasta su cierre. De este modo se cumple también el mandato europeo para detener la actividad en todas las minar de carbón a principios del 2019.

El periodista especializado augura que el cierre de las minas y de la central térmica va a tener «un impacto muy fuerte en Andorra, porque se trata de una zona muy dependiente del carbón, no ha habido una reindustrialización ni hay alternativas y queda un año y medio para que desaparezca».

Pero el de Andorra no es un caso aislado. «El mismo camino van a llevar la práctica totalidad de las centrales térmicas que queman carbón nacional, aunque siempre hay alguna excepción -afirma el redactor. Las que van a seguir funcionando son las que queman carbón de importación y donde se sí se han hecho las inversiones para reducir la contaminación».

Además de la central turolense de Andorra, Endesa tiene previsto cerrar otra central térmica en el municipio de Compostilla, en León, pero va a mantener abiertas las de La Coruña y Almería, que «están en puertos marítimos y les llega el carbón directamente, por tanto, son más rentables», expone Heras.

El ‘boom’ de las fuentes limpias

En paralelo a esto, Aragón está viviendo una «euforia inversora» en energías renovables que, según el periodista, «van a pegar un fuerte estirón» en los próximos años. «Aragón tuvo un fuerte desarrollo de la energía eólica a principios de este siglo, luego se paró y ahora vuelve a ser líder en nuevos proyectos de energía eólica», cuenta Heras. Muestra de ello es que el 60% de la potencia renovable subastada por el Gobierno de España desde el año 2016 se va a desarrollar en la comunidad.

Aragón es la comunidad de España en la que más parques eólicos se están construyendo y también va a tener un desarrollo muy importante en energía solar fotovoltaica. En esta, sobre todo, destacan los municipios de Escatrón, Chiprana y Binaceite, donde ACS (la empresa constructora de Florentino Pérez, presidente del Real Madrid) está desarrollando el mayor complejo fotovoltaico de Europa, 16 plantas solares que suman 850 megavatios, «una potencia similar a la que genera la central térmica de Andorra, unos 1.050 megavatios, casi como una central nuclear».

Este boom de las energías renovables se debe a que Aragón presenta unas condiciones idóneas para el desarrollo de las energías renovables. «Es uno de los mejores emplazamientos de España, tiene mucho viento y también zonas de mucha radiación solar y baja temperatura, lo que es muy bueno para el rendimiento de las placas solares», sostiene el periodista especializado.

Otro de los motivos que explican el auge actual de las fuentes de energía limpias es que la tecnología ha abaratado enormemente su coste y ahora funcionan sin subvenciones, cosa que hace unos años no sucedía. De hecho, afirma Heras, «ya es más barato hacer electricidad con sol y viento que con carbón».

Pero las energías renovables no puede cubrir el hueco en el empleo que deja el carbón, ya que «son muy intensivas en mano de obra durante su construcción pero no en su mantenimiento». El gran reto, según el redactor del diario, pasa por «dar alternativas al carbón» para que los trabajadores de las zonas mineras puedan encontrar empleo en otro tipo de industrias y negocios.