En la segunda corrida de la feria de la Albahaca se lidió una muy interesante corrida de toros con el hierro de Adolfo Martín. Seis toros muy distintos en comportamiento pero con un denominador común, el de la humillación.

Corrida «para los muy cafeteros», aquellos que no se quedan con la espuma artificial que tapa o encubre el tremendo y nocivo efecto del torrefacto sino que indagan en el café auténtico que, aunque de aspecto desagradable, encierra esencias cotizadas.

Como el toreo de Juan Bautista, cuya torería y solvencia pasó desapercibida para gran parte de la peña en su segundo turno. Un toro cuyo pitón derecho era un escándalo planeando por abajo. Lástima que el animal se acobardara de mitad de trasteo en adelante al ver que no podía ganar a la muleta poderosa del francés.

O ante el que abrió plaza, otro toro humillador al que le faltó motor para haber desarrollado a bueno, bueno. La cosa fue pues más de soñarla que de catarla.

Ha venido para quedarse, que nadie se engañe. La faena de Emilio de Justo al que cerró plaza tuvo el enorme mérito de rescatar un toro que fue a menos tras el tercio de banderillas, sacarlo del refugio de las tablas y componer un conjunto templado haciendo que pareciera mucho mejor. Potenció las virtudes desde que le echó el gancho para darle el terreno de las rayas de picar y ahí extrajo muletazos de mérito. Se le negó una oreja que pone ominoso punto de contraste con las del viernes.

A su primero le diñó dos faenas en una. La primera fase perdiéndole pasos y dejándolo llegar por su ser. Luego, acortando distancias y llevándolo con un temple prodigioso. Ojo, que eso no está al alcance de demasiados toreros del escalafón actual.

APARATOSA COGIDA

Peor parado resultó Serranito, al que su primer toro lo alcanzó aparatosamente hiriéndolo en una zona muy comprometida, próxima a la región anal. Y es que el de Adolfo, listo y rebañador buscando los tobillos, examinó al torero, atenazado en su reaparición. Después de estoquearlo pasó a la enfermería de donde salió por decisión propia para lidiar al quinto.

Más suelto que en el primer turno apostó no por el empate, como en el otro, buscando los tendidos de sol. A su amparo encomendó un trasteo que reclamó premio que no fue atendido por el palco.

Y entonces sí, con el rostro desencajado por la contrariedad, se puso en manos del equipo del doctor Crespo.