Fueron 45 los días que Buñuel estuvo grabando el documental Las Hurdes, tierra sin pan, un mes y medio de rodaje que lleva a la gran pantalla la película animada Buñuel en el laberinto de las tortugas para demostrar que esta «bajada a la tierra» del rey del surrealismo fue también un viaje personal.

Una experiencia que cambió al cineasta y con la que tanto el director, Salvador Simó, como el guionista, Eligio Montero, han querido homenajear también a Ramón Ancín, un buen amigo del cineasta aragonés y un ejemplo de «esos grandes artistas que se perdieron en el olvido». La persona que prometió a Buñuel, tras el desastroso estreno en Francia de La edad de oro, que si le tocaba la lotería financiaría este trabajo que en 1932 le trasladó a una «casi una civilización paleolítica», según califican en el documental original.

Y le tocó, y con ese dinero emprendieron un viaje casi iniciático hacia esa tierra de poblados laberínticos y tejados de una piedra semejante al caparazón de las tortugas, de ahí el nombre de esta película.

«La película muestra un personaje complicado (...) él era un niño rico y lo que quiere hacer es poner en la pantalla algo que nunca se había visto en el cine. Fue una bajada a la realidad absoluta, pero motivado por su gran afán por el Surrealismo. Las Hurdes le cambiaron», asegura Simó. Buñuel ya no sería el mismo, ni su cine tampoco.