Todo es distinto en Hollywood, pero Elena Anaya no cambia. Pueden transformarla en una de las tres novias escogidas por Drácula en la superproducción Van Helsing , pero ella sigue teniendo ese rostro de ojos grandes en los que perderse sin miedo. Pueden darle el guión firmado por alguien como Stephen Sommers --responsable de La momia más reciente y La momia vuelve -- pero ella es capaz de encontrar en el texto "algo de fondo", aspectos positivos de una reinterpretación de la lucha entre el bien y el mal. Las ofertas no dejan de llegarle, pero el brillo de la aventura americana no desordena su bien amueblada cabeza. "Llevo año y medio diciendo no a muchos proyectos de Hollywood", dice segura.

Anaya habla en la cafetería de un hotel de Nueva York, donde tres días de frenética agenda le están ayudando a comprobar que la promoción en Estados Unidos tiene algo de desproporcionado. No se queja, pero necesita un par de aspirinas. "Fue un rodaje largo, muy largo --recuerda al hablar de Van Helsing , que le llevó cinco meses entre Praga y Los Angeles más otro mes para trabajar con los efectos especiales y numerosas visitas a la sala de doblaje--. "Y fue un rodaje con muchísima gente. Aquí a veces los americanos tienen a 14 personas para hacer lo que en España hace uno solo", analiza. Tampoco lo critica: "Luego ves que hay mucho trabajo", apostilla.

UNA ELECCION RAZONADA

Antes que Van Helsing , cuyo reparto encabezan Hugh Jackman y Kate Beckinsale, ya había rodado una pequeña película independiente en EEUU, Stage kiss , sin fecha de estreno prevista. Y que haya escogido una superproducción de alguien como Sommers para hacer su gran debut en Hollywood podría parecer extraño a algunos. No lo es.

Por una parte, a Anaya le apetecía "ser la mala de la película". Además, Aleera, su personaje, le resultó interesante: "Es mitad humana y mitad monstruo, pero mata por algo. Va a matar a quien intente matarla y no porque vaya a morir ella, sino porque tiene un sueño y es que después de 400 años quiere tener hijos vivos y va a hacer todo lo posible para conseguirlo".

Anaya, sincera, admite que es una jugada estratégica. "Esto te abre el mercado, te permite conocer a gente muy interesante y que se te conozca. Y luego tu nombre puede ser un activo para sacar adelante proyectos más independientes". La actriz de Lucía y el sexo --la película que hizo que le ofrecieran Van Helsing -- anuncia, de todas formas, que su futuro no va por esta línea. "Para mí esto es fácil. Lleva mucho tiempo pero no es un trabajo muy difícil. Y tampoco es el tipo de cine que quiero hacer", indica, y explica que incluso ha cambiado de agentes buscando otros proyectos en EEUU.

"Me mandaban muchos guiones, algunos con gente muy famosa, con presupuestos enormes, pero a todos decía que no --afirma--. No me interesa hacer determinadas cosas. Quizá luego pudiera comprarme dos casas en Madrid y una en Los Angeles... pero no. Es lo que he hecho toda mi vida, incluso cuando ponía copas en Madrid y rechazaba cosas que no me interesaban. Y estoy satisfecha. Porque es difícil", dice.