Bajo la comedia e incluso las risas más alocadas siempre hay un poso de reflexión. O debería haberla. No en vano siempre se dice que lo más difícil del mundo es hacer comedia y que una buena siempre tiene que guardar un poso de tristeza o, al menos, de pensamiento. Solo así se puede entender el riesgo (más que evidente pero del que sale airoso) de Alberto Castrillo-Ferrer de lanzarse a dirigir Los restos del naufragio basada en el clásico de Shakespeare La comedia de los errores con un texto de Carlota Pérez-Reverte.

Una adaptación que enseguida el director zaragozano hace suya, solo hay que contemplar la primera escena en la que, a modo de teatro de comedia italiana, la función se introduce con un número prácticamente circense. A partir de ahí, la comedia transita continuamente en el juego del enredo que tanto gusta a los espectadores y que también tan sencillo puede hacer descarrilar el ritmo de una función. Sin embargo, en este Los restos del naufragio, el juego de equivocaciones mezclado con la rivalidad entre dos ciudades como Éfeso y Siracusa y un sencillo pero constante cambio de escenografía consigue llevar al espectador de la mano en un tránsito en el que lo más complicado parece hacer que se sorprenda el público dado que la trama va encaminada todo el rato hacia el error. Y es ahí donde también se ve la mano de una efectiva puesta en escena y un buen trabajo de los actores que consiguen mantener por un lado el humor en constante tensión y, por otro, una acción en la que en ningún momento saturan los más de diez personajes que durante los más de 100 minutos que dura la obra intervienen. Algo nada sencillo a priori.

Si a estas alturas no conocen el argumento (quizá debería haberse explicado antes en esta crónica) Éfeso y Siracusa son ciudades enemigas, hasta tal punto que cualquier nacido en una de ellas que pise la otra será ejecutado o deberá pagar una inmensa suma de dinero. Ignorantes de esa situación, los siracusanos Antífolo y Dromio (amo y criado) desembarcan en Éfeso donde también ignoran que se encuentran sus hermanos gemelos perdidos al nacer por culpa de un naufragio. Es cierto que en algún tramo de la obra, el público puede tener la tentación de perderse entre tantas situaciones pero no es menos cierto que la reconducción de la situación viene por medio del propio desarrollo de la obra lo que lo que podría ser un hándicap prácticamente se convierte en un aliciente para prestar más atención a la función.

Es como decíamos antes el punto de partida del clásico juego de enredos situado en esta ocasión en otro siglo que esta noche ha hecho que el patio de butacas acabara la función con buena parte de él (un público entre el que había gente de la profesión como Itziar Miranda, Rafa Maza y Mariano Bartolomé, entre otros) puesto en pie ovacionando al elenco al que se ha unido el propio Castrillo-Ferrer para los saludos.

Los restos del naufragio, obra dirigida a todos los públicos dentro de la programación navideña del Principal, como bien se encargan de recordar los actores casi en un número final, se representará en el Teatro Principal desde el jueves hasta el domingo a las 19.00 horas.