Pablo Gargallo fue uno de los principales innovadores de la escultura del siglo XX. «Aunque estuvo cerca de varios movimientos artísticos como el modernismo, el simbolismo o el cubismo, no dejó de investigar a lo largo de toda su vida hasta que consiguió un lenguaje propio que después acabó influyendo a otros artistas», subraya Rafael Ordóñez, exdirector del museo zaragozano y uno de los mayores especialistas en la obra de Gargallo. De hecho, el experto asegura que si no hubiera fallecido tan pronto su trabajo hubiera estado «a la altura de Picasso o Juan Gris». «Fue menos mediático porque al morir a los 53 años su obra es escasa en número», lamenta.

A pesar de eso, Ordóñez destaca que su influencia se deja notar con fuerza en escultores como Julio González, David Smith, Henry Moore e incluso Eduardo Chillida. «La utilización del vacío o la idea de la representación del volumen y el espacio procede de él», resume Ordóñez.

En este mismo sentido se manifiesta el jefe de sección de museos del Ayuntamiento de Zaragoza, Rubén Castells, que subraya que Gargallo acabó «incorporando el vacío dentro de la escultura». «Fue un paso que nadie había dado en esa época», añade.

NUEVOS MATERIALES

Otra de sus grandes innovaciones es que comenzó a trabajar con materiales que no se habían utilizado hasta la fecha en la escultura, como las chapas metálicas, que no se consideraban de primer nivel. «Cuando acabó El Profeta escribió que había encontrado su tranquilidad artística y, de hecho, consiguió representar sin apenas materia», destaca Castells.

No en vano, esa apuesta por ir «de más a menos», de transmitir y expresar con la mínima expresión, marcó la trayectoria de Gargallo. Así, la mayor duda es hacia dónde podría haber derivado la obra de Gargallo si no hubiera fallecido tan pronto. «En una de sus últimas piezas Muchacho en la playa esculpió con apenas una varilla de metal la silueta de un hombre; creo que es un ejemplo de hacia dónde podría haber tendido su trabajo», indica Ordóñez, que apunta que esa idea «de quitar lo que no era necesario lo llevó hasta los últimos extremos».

TRAYECTORIA PERSONAL

Para adentrarse en la obra del escultor es importante conocer su biografía. Y es que Gargallo se marchó a los siete años de Maella para irse a vivir con sus padres a Barcelona, donde en su juventud se relacionó con artistas como Picasso o Juan Gris. Además, también viajó en varias ocasiones a París, donde desarrolló parte de su obra. «En su segundo viaje a la capital francesa en 1907 se quedó en el estudio que Picasso tenía en el barrio de Montmartre, y justo estaba pintando Las señoritas de Avignon; es decir Gargallo está presente en ese viraje artístico de Picasso que después supuso el nacimiento del cubismo, algo que influyó al escultor maellano», explica Castells.

Con todo, también subraya que Gargallo es un artista «sin apellidos» que de forma progresiva («le costó 30 años») logró alcanzar «su propio lenguaje».