Emilio Lledó (Sevilla, 1927) uno de los grandes pensadores españoles y miembro de la Real Academia de la Lengua ha obtenido este martes el Premio Nacional de las Letras que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Con una dotación de 40.000 euros, el galardón distingue una trayectoria en cualquiera de las lenguas españolas, aunque como suele ser habitual, ha vuelto a distinguir a un autor en castellano. El pensador que fue catedrático en la Universidad de Barcelona en los 60 y 70, estuvo muy influido por su maestro Hans-Georg Gadamer, se dedicó a la docencia durante años en Heidelberg y ha centrado su interés en el tema del lenguaje, como instrumento fundamental del pensamiento.

El jurado ha reconocido a Lledó "por su pensamiento y dilatada obra, que armoniza la filosofía del Logos, la hermenéutica, el valor estético y ético de la palabra, la defensa de la libertad y reivindica la vocación docente". Igualmente ha destacado su aportación de una vía filosófica propia en la que el saber antiguo ayuda al saber presente. Es un gran ensayista y divulgador de alto nivel, entre los temas que trata destacan la defensa de la lectura, la felicidad, el silencio, la belleza y la verdad.

Algunas de sus obras importantes son ‘El silencio de la escritura’ (Premio Nacional de Ensayo) y ‘El surco del tiempo’ junto a ‘Memoria de la ética’, ‘Filosofía y lenguaje’, ‘Elogio de la infelicidad’. Lledó se ha valido también de la filosofía clásica griega para ahondar en los conflictos del mundo actual.

Lledó nació en el barrio de Triana en Sevilla, aunque con seis años se trasladó al barrio de Vicálvaro, en Madrid, donde padeció la Guerra Civil. Estudió en la Universidad de Madrid a principios de los 50, donde trabó amistad con Julián Marías, padre del escritor Javier Marías. Pronto se trasladó a Alemania para estudiar con Gadamer y Karl Löwith y Otto Regenbogen. Junto al primero realizó su tesis doctoral. Tras un breve paréntesis en la Universidad de Madrid, regresó a Alemania como profesor en la prestigiosa facultad de Heidelberg.

A principios de los años 60 regresó a España, tras enseñar en un instituto de Valladolid y en la Universidad de La Laguna, opositó a la cátedra de Historia de la Filosofía de la Universidad de Barcelona en 1967. En 1978 se trasladó a la UNED de Madrid, donde permaneció hasta su jubilación, aunque en 1988 fue nombrado miembro vitalicio del Instituto para Estudios Avanzados de Berlín.

En 1993 fue elegido miembro de la Real Academia Española, donde ocupa el sillón ele minúscula.