Si alguien pensaba que el tramo cocainómano de Ray Liotta en Uno de los nuestros es el colmo del frenesí, que se monte en las páginas de Un polvo en condiciones, pilotadas principalmente por un priápico taxista y buscavidas de Edimburgo, y verá lo que es bueno. Su autor, el escocés Irvine Welsh.

-¿Considera que ha escrito una novela machista?

-Todo lo contrario. Tiene más que ver con investigar los límites de la cultura machista actual. De hecho es una sátira de esa cultura.

-Hay tanta testosterona que por satírica que sea la historia parece contraria al ‘zeitgeist’ creado por el movimiento #MeToo.

-Yo la veo más bien como complementaria. Desde el feudalismo hasta el capitalismo, se ha apoyado la explotación sexual y el abuso sexual por parte del poder masculino. Ahora toca desmontar este statu quo. Y el primer paso es identificar los malos comportamientos y comprometernos con corregirlos.

-¿Todo el mundo entiende que es una sátira o le han puesto verde desde posturas feministas?

-La verdad es que no. La mayor parte del feedback positivo que recibo viene de mujeres. Yo diría que hay muchos hombres que se ven amenazados por el hecho de verse expuestos de esta manera. Las mujeres en cambio están hartas del comportamiento masculino irresponsable del que escribo y se identifican de una manera potente con los personajes y sus excesos.

-El padre crápula que abandona a la familia es una figura recurrente en sus novelas. ¿Por qué le interesa?

-Yo lo que intento es entender la mentalidad de las personas que traen hijos al mundo y después no asumen su responsabilidad. Siempre he querido entender ese nivel de narcisismo y de pasotismo y esa falta de compromiso emocional. No solo es un problema del hombre, ojo, también en muchos casos es de la mujer que, respondiendo a su impulso biológico, quiere ser madre sí o sí y escoge al primero que se presenta para asumir el papel de padre. Es algo tan viejo como la humanidad y a mí me interesa entender el porqué. Además da un punto dramático importante dentro de la trama porque genera conflicto y el conflicto siempre es interesante.

-También son recurrentes en sus novelas las personas que han sufrido abusos sexuales en la infancia.

-Muchos adultos que abusan de niños sufrieron abusos en la infancia ellos mismos. Todos empatizamos con los niños y las niñas que han sufrido abusos, pero después se convierten en adultos y las cosas cambian. Esperamos de ellos que no repitan ese crimen, pero está claro que fallamos como sociedad porque ese patrón de conducta tiende a repetirse. Es una tragedia personal y social y no querría parecer frívolo, pero de nuevo para mí como escritor es más que nada una fuente de drama y de conflicto en la historia. Entre un niño que cada vez que llora recibe un guantazo y otro que cada vez que llora recibe un abrazo se origina un abismo que me interesa explorar.

-¿Qué sentimientos tiene hacia las personas ricas de nacimiento?

-Depende de quién sea. Uno de mis mejores amigos es muy muy rico, viene de un entorno aristocrático y es el tío más majo que puedas conocer. La escuela privada del Reino Unido reafirma un sistema de valores basado en las conquistas y la superioridad de la clase dirigente. Él rápidamente fue consciente de que estas ideas que se le transmitían eran nefastas y se posicionó en contra. Por eso tengo un gran respeto por él y no lo tengo por alguien que viene de un entorno minero y que no hace nada más con su vida que ir a pasar el rato al pub.

-¿No siente pues odio de clase?

-No me gusta la palabra odio... Pero por supuesto en general los miembros de la clase alta son mis antagonistas. Hay que oponerse a ciertos bloques de poder e ideologías, pero no a personas en particular, porque cada persona es distinta y única.

-¿Qué efecto tiene el turismo en Edimburgo?

-El mismo que en cada vez más ciudades. A la gente le gusta una zona y va a visitarla, contra eso no puedes hacer nada. Pero en los lugares donde el turismo se convierte en una fuerza económica dominante se origina un problema, y creo que en este sentido Barcelona y Edimburgo son parecidos. Durante el Festival de Edimburgo, los bares están abiertos toda la noche, pero tal como los turistas se van vuelven a cerrar pronto. Eso es como decir que los locales no se merecen ciertos privilegios que los turistas sí, porque podrían causar problemas si los bares estuvieran abiertos toda la noche, lo cual es probablemente cierto en Edimburgo, pero eso ya es otro cantar. Sucede algo parecido con las personas sin hogar, se hacen desaparecer durante el festival y después se permite que vuelvan. Todo está al servicio del turismo, también el desarrollo inmobiliario. Treinta años de globalización y neoliberalismo han hecho que todas las ciudades estén compitiendo por este mercado que sin duda comporta el fin de la vida tal y como la conocían los nativos. Para más inri, el dinero se lo llevan los accionistas vete a saber dónde. Así que: ¡que se jodan los turistas!

-¿Hay reacción por este tema por parte de los habitantes de Edimburgo?

-Claro, hay gente que lucha contra esta forma de gentrificación. Por ejemplo hay un importante movimiento, con amigos míos a la cabeza, que presiona para recuperar espacios de juego para los niños.

-¿Qué sucedería en Edimburgo si de un día para otro desaparecieran la cerveza y la cocaína?

-Entonces igual sí que tendríamos una revolución contra el capitalismo. Mientras estemos suficientemente bebidos y colocados seremos dóciles. Con todo, por favor, que nadie retire la cerveza ni la cocaína.

-¿Cuál ha sido la evolución ideológica de la clase trabajadora escocesa desde el tatcherismo?

-La gente se ha despolitizado por completo porque los sindicatos se han autodestruido y el Partido Laborista como fuerza de verdadera izquierda ha desaparecido. Como tantos otros partidos socialdemócratas, ha acabado aceptando el neoliberalismo imperante. Está cambiando un poco ahora con Corbyn [Jeremy, líder de los laboristas británicos]. Antes la clase trabajadora era la aplastada por el neoliberalismo, pero ahora también es la clase media y en breve serán los médicos, los abogados... El conflicto ya no es entre clases, sino entre ciudadanos y las grandes corporaciones que reciben un apoyo aún más grande por parte del Estado. Los activos de la clase media, como eran la educación, la sanidad y la vivienda, han retrocedido de mala manera. Lo que no sé es cómo van a poder mantener la ilusión de que puedes aspirar al lujo en un contexto de pérdida de empleos y de disminución de los salarios.

-Hay en ‘Un polvo en condiciones’ una escena tronchante: llega el huracán Tocapelotas y un buen grupo personas corre a refugiarse... ¡al pub para pegarse la gran farra!

-Ningún mérito mío, básicamente es lo que sucedió cuando el huracán [Ophelia, en el 2017] vino. Normalmente no hay huracanes en Escocia, de modo que el personal se lo tomó en broma y dijo: «Vamos a utilizar la excusa para quedarnos encerrados de copas toda la noche».

-¿Le queda alguna perversión sexual por abordar en sus novelas?

-A ver, no es que tenga un catálogo de perversiones y quiera ir metiéndolas como sea. En mis novelas mandan los personajes y tengo que verlos haciendo esas cosas, tiene que salir de ellos y de su estado mental, no puedes sencillamente ponerlos a hacer cosas raras que casi nadie hace. Jonty [uno de los personajes de Un polvo en condiciones], por ejemplo, ha sufrido agresiones de su padrastro y ha tenido sexo con su hermana antes de practicar la necrofilia con el cadáver de su novia. Pero a mí no me parece tanto una escena chocante como triste. Es hasta cierto punto una escena romántica.

-¿Hibernian al margen, es forofo de algún club de fútbol?

-No hay al margen posible. Hibernian y solo Hibernian. Soy un hombre de buen gusto.

-¿Pero no hay ningún gran equipo cuyo fútbol le seduzca?

-Pues no. Cuando vivía en Londres iba a ver al Westham; en Ámsterdam, al Ajax; en Dublín, al Bohemian. Me gusta el fútbol de proximidad.

-¿Está a favor de la independencia de Escocia?

Sí, pero no porque sea nacionalista, sino porque creo que los grandes estados como Gran Bretaña, España o Estados Unidos no se preocupan de los ciudadanos, sino solo de las jerarquías y de las élites. Mi opinión es que hay que apostar por una democracia más local basada en las personas y eliminar toda esta tontería y pomposidad de los estados. No nos podemos permitir ya mas élites. La independencia sería una manera de desmantelar un Estado obsoleto.