Los más atrevidos lucían sus estands desafiantes de cara a la calzada del paseo Independencia mientras que los más previsores no solo ya tenían su espacio dentro de los soportales sino que, además, estaban mirando hacia el interior. Entonces todavía lucía un sol radiante y la Banda del Canal recorría el paseo de arriba a abajo mostrando su aire más festivo. Media hora después, las nubes ya tapaban al sol y pocos instantes más tarde, la temida lluvia (no por esperada es menos fastidiosa en un día como ayer) empezaba a caer. Los plásticos, para tapar los libros, empezaban a ser protagonistas, y todos los estands, ahora sí, buscaban el abrigo de los porches. El Día del Libro por primera vez en muchos años (nadie era capaz de precisar hacía cuanto que no descargaba con ganas un día como hoy) giró en torno al agua. Las previsiones meteorológicas no fallaron un ápice y, a partir del mediodía, las letras tuvieron que convivir con la lluvia.

Hasta entonces (la una y media aproximadamente), el paseo había vivido un ambiente «espectacular» con quizá más gente que nunca (a pesar de que la fecha no era la más adecuada porque caía en medio de un puente) que prevenida por la lluvia había adelantado su visita a los libros. «Asómate que seguro que hay alguien firmando», le decía una madre a un niño. El sol aún mandaba y ciertamente era difícil a dos metros del puesto de la Librería Central que sucedía dentro. Alejandro Corral le dedicaba su último libro (El desafío de Florencia) a un señor y se lo devolvía con una sonrisa.

Pero la Librería Central era solo un ejemplo de lo que estaba sucediendo en el resto de estands, en GP Ediciones, en la Librería General, en Albareda, Xordica o en la Librería París (por cierto, una de las más precavidas desde el inicio con respecto a la lluvia) casi no daban abasto con los pedidos. También los más pequeños se abalanzaban sobre los expositores con el resultado de generar el caos hasta que encontraban el libro que querían.

Entre los libros de autores más solicitados ayer, aunque siempre es arriesgado apostar por una tendencia dada la diversidad de propuestas, no hubo muchas sorpresas, Ignacio Martínez de Pisón, Juan Bolea, Soledad Puértolas y clásicos como El principito, entre el público más joven.

‘SUPERMALA’

Ya en la otra acera de Independencia, en el puesto de Malavida, la actividad también era frenética con un título que resaltaba por encima de todos los demás, Supermala, de Xcar Malavida y Roberto Malo. La estampa en este lado, era muy similar al otro, mucha gente en los estands hasta el punto de que la aglomeración impedía el tránsito de la gente. A la altura de la plaza Santa Engracia, el escenario del Teatro de las Esquinas le ponía el toque dramático al día con sus lecturas...

Y entonces llegó el agua y todo cambió... pero a decir verdad, la lluvia sirvió para deslucir la jornada pero no acabó con el éxito del Día del Libro. Y es que a media tarde, un paseo por los diferentes espacios revelaba lo que era un hecho: «Hemos vendido más que nunca por la mañana», «espectacular», «yo creo que o la gente ha sido más previsora o es que al ser un puente con tiempo tan malo la gente no se ha ido». «A mí me duele la mano hasta de firmar», le susurraba un escritor a un librero de un conocido establecimiento.

Por la tarde, la amenaza de lluvia no cejó pero la realidad es que hasta última hora, con la temperatura en caída libre, el cielo, encapotado eso sí, más o menos aguantó. Aunque a esa hora, el día ya estaba rentabilizado: «Las tardes siempre son más flojas y, es verdad que ha venido menos gente pero hay un ritmo constante, estamos contentos», señalaba Daniel Viñuales, de GP Ediciones, editorial que ayer ponía de largo el cómic Pepe Buenaventura Durruti, de Juanarete, Carlos Azagra y Encarna Revuelta, y que fue un rotundo éxito. De hecho, se aupó directamente a ser el más vendido del estand.

Casi enfrente, Juan Bolea seguía firmando libros de su Pálido monstruo (reeditado por EL PERIÓDICO DE ARAGÓN) mientras la celebración se acercaba a su final. Un año más, objetivo cumplido. Y es que el Día del Libro, aunque las cifras sean un auténtico misterio que nadie suele desvelar, suele ser el asidero al que se agarran muchas librerías y editoriales para subsistir todo el año. Por eso, tiene más valor aún que el Día del Libro de este año se haya salvado a pesar de la lluvia. «¡Hasta el año que viene».