El actor Àlex Brendemühl sigue dinamitando fronteras y compaginando el cine español, latinoamericano, alemán y francés. Después de verlo en Petra, de Jaime Rosales, y a la espera de El silencio de la ciudad blanca, de Daniel Calparsoro, que se estrenará a finales del próximo mes de agosto, acaba de presentar El creyente, de Cédric Kahn, película en la que interpreta a un exdrogodependiente que, tras reinsertarse en la sociedad gracias a una organización religiosa, se encarga de ayudar a jóvenes en esa misma situación.

-¿Qué es lo que más le interesó de este proyecto?

-Había seguido la trayectoria de Cédric Kahn y me parecía un director muy interesante (es autor de obras como Roberto Succo o Una vida mejor) y me gustó el enfoque de la película, hablar sobre la fe, la religión, las adicciones y las dependencias desde un punto de vista sobrio y seco.

-En la película, aunque la religión ayuda a los jóvenes, también se aprovecha de sus debilidades para acabar por absorberlos por completo.

-Plantea una comunidad muy estricta, casi como si se tratara de una secta. No se puede tener contacto con el exterior, es como una cárcel. Y luego está el tema de la creencia en Dios. Estos chicos salen de una dependencia (de las drogas) para meterse en otra (Dios). El caso es que nunca terminan de ser libres. En los dos casos se anula al individuo, su voluntad.

-¿Este tipo de sitios existe en la realidad?

-Sí, sí, todo está basado en un modelo de centros que tanto el director y como el guionista se encargaron de conocer muy bien. Estuvieron en uno de ellos una temporada para que la película tuviera un aspecto casi documental de los usos y costumbres del lugar.

-¿De qué manera cree que se toca en el filme el tema de las drogas?

-Son jóvenes que normalmente vienen de entornos desestructurados, pero hay de todo. El protagonista está enganchado a la heroína y llega en un estado deplorable. Tiene que reconstruirse por completo, y en el camino lo veremos dar bandazos, cambiar de opinión, desfallecer. El planteamiento en realidad es: hasta qué punto estás ayudando a alguien si al mismo tiempo lo estás convirtiendo en esclavo de otra cosa.

-Ahora que usted cada vez se encuentra más afianzado en distintos mercados cinematográficos, ¿existen muchas diferencias entre unos y otros?

-Yo me considero un privilegiado por poder trabajar en diferentes sitios. Intento hacer los proyectos que me apetecen, y para mí lo importante es que sean buenas historias dirigidas por gente que intenta tener una narrativa propia y un estilo personal. Es lo que me motiva. Tengo la suerte de estar vinculado a un cine muy de autor y por ahí he ido configurando mi carrera.

-¿Le siguen llegando también personajes de trasfondo inquietante, como el que interpretó en Las horas del día o El médico alemán?

-Las etiquetas te las ponen porque las necesitan para encasillarte. Es una inercia que cuesta romper, pero yo intento variar todo lo que puedo. Ahí estás tú para redefinirte mejor.