Jim Caviezel no lo pasó nada bien interpretando a Jesucristo. El rodaje fue un auténtico calvario: un rayo le golpeó en medio de una escena; un actor que hacía de torturador romano le provocó un tajo de más de 30 centímetros en la espalda durante una toma de latigazos; se dislocó un hombro cargando con la cruz; sufrió una ligera neumonía y una infección pulmonar al rodar semidesnudo las escenas de la cruz ante un viento gélido; aguantó cortes y dolores de lumbago por culpa de las cadenas que le sujetaban por todo el cuerpo. Una tortura que Caviezel, un católico conservador como Gibson, soportó estoicamente.