Adriana Lastra (Ribadesella, 1979), vicesecretaria general del PSOE y portavoz del grupo socialista en el Congreso de los Diputados, es la mujer asturiana que más alto ha llegado en la historia de la política española.

-¿Cómo es su relación con Pedro Sánchez?

-Buena, de confianza y de lealtad. Lealtad no entendida como subordinación: hay que ser leal cuando se toma una decisión, pero también para decir lo que se piensa antes de que se tome.

-¿Ya están curadas todas las heridas en el PSOE?

-Sí, eso quedó atrás. Somos una fuerza política que tiene 140 años. Y son 140 años de conflicto interno porque somos un partido de mayorías y de mucha militancia. Pero cuando cerramos, cerramos todas las heridas y lo importante es sacar adelante el proyecto político.

-¿Habrá elecciones?

-Espero que no. Para eso estamos trabajando intensamente. Espero que en septiembre se desbloquee la situación. El problema es que la derecha no asumió el resultado electoral, y tampoco Podemos, que con 42 escaños pretendía dirigir la acción política del Gobierno. Estuve en la negociación, fui una parte proactiva en conseguir un acuerdo y mi decepción con Podemos, y en especial con Pablo Iglesias, es intensa.

-¿A Pablo Iglesias lo ha devorado el personaje?

-No tengo una relación personal con él como para saber cómo era antes. Sí puedo decir que no ha sido nada generoso con el país, que ha sido profundamente injusto con el PSOE y que es la segunda vez que impide que haya un presidente socialista en España.

-¿Qué efecto podrían tener unas nuevas votaciones?

-No queremos elecciones porque los españoles votaron cuatro veces en un mes y siempre dijeron lo mismo: «Queremos que gobierne el PSOE». Además, no hay alternativa. Aquí es o Sánchez o elecciones. Los demás partidos nos están sometiendo a un chantaje; en el caso de Unidas Podemos, cuando dicen: «O nos dais el gobierno u os llevamos a elecciones».

-¿Y a pesar de ello sigue pensando en mirar a la izquierda?

-Completamente. Somos un partido de izquierdas y, cuando se necesita, uno gobierna con aquellos a los que más se parece. Con Unidas Podemos tenemos muchas cosas en común: agenda social, política fiscal... Y diferencias sustanciales: política territorial, la concepción del Estado, política internacional... Pero ir a un gobierno de coalición o a un acuerdo programático, con la izquierda.

-¿Llegó la relación con Podemos a un punto de no retorno?

-En política nunca se puede hablar de punto de no retorno porque las cosas cambian en pocas horas. Intentamos ir a un gobierno de coalición por primera vez desde la República y Podemos nos dio un portazo en las narices, al PSOE y a toda España. Es inexplicable que no aceptaran nuestra propuesta.

-¿Qué falló con Podemos?

-Nunca quisieron llegar a un acuerdo. Les ofrecimos varias cosas. Primero, un gobierno programático, no se quisieron sentar; después un gobierno de cooperación, tampoco se quisieron sentar; y cuando ya entramos a hablar de un gobierno de coalición nos pusieron exigencias que no modificaron en ningún momento. Por ejemplo, antes de sentarse nos teníamos que comprometer a que Irene Montero fuera vicepresidenta del Gobierno para coordinar todas las áreas sociales. Al final no sabes si Podemos es una ensalada con muchos ingredientes, donde cada uno actúa como quiere, o si la dirección política tiene margen para tomar decisiones. Es una organización política nueva, tiene solo cuatro años, y aún tiene mucho que aprender.

-¿Es inviable un entendimiento con Ciudadanos o el PP?

-Nos gustaría llegar a grandes acuerdos de Estado con las fuerzas políticas. Y con el PP tenemos que hablar de muchas cosas, de política internacional, de política territorial, del modelo financiación autonómica... El PP es un partido maduro y tiene cierta lealtad institucional al resto de los partidos y al propio sistema, pero Ciudadanos se ha convertido en un partido radical, que cuando el candidato propuesto por el jefe del Estado lo llama para reunirse, su líder dice que no le da la gana y no va. Pablo Casado iba a las reuniones con Pedro Sánchez y decía que votaría no, pero hablaba de política internacional porque tenemos el brexit duro en septiembre, de política territorial, de lo que puede pasar en Cataluña… de muchas cosas. A Albert Rivera sí se lo ha comido el personaje. Ha entrado en una dinámica de competición con la derecha para ocupar ese espacio electoral y no se da cuenta de que le está marcando el paso la extrema derecha. Al final Ciudadanos va a ser un partido fallido que acabará desapareciendo, como UPyD.

-¿Es posible un pacto ‘a la alemana’?

-No, porque tenemos visiones distintas de lo que necesita este país. Podemos llegar a grandes acuerdos con el PP en temas de Estado, pero gobernar conjuntamente, no. Ni en justicia fiscal, ni en justicia social… no nos parecemos en nada.

-¿Qué siente al ver a diputados de la ultraderechista Vox en el Congreso?

-Que no pude frenar su entrada en el Congreso y que como demócratas tenemos la obligación de evitar que lleguen al gobierno. Hay que ser consciente de lo que tenemos enfrente: gente que viene a destruir un modelo de convivencia y de libertades que nos costó 40 años construir. España llegó muy tarde a la democracia y por eso cuando llegó la abrazamos con todas nuestras fuerzas. Hay ciertos consensos, como el de la violencia de género, que no se tocan, y ellos han venido a romperlos con un discurso de odio que es muy parecido al de los años treinta.

-¿Tiene solución el ‘problema catalán’?

-Sí. Es un conflicto entre catalanes. A Cataluña y a los catalanes les ha venido muy bien Pedro Sánchez, porque los que no querían saber nada del Estado ya ven a un presidente preocupado por los asuntos catalanes y que ejerce como presidente de los catalanes. Y cuando subimos el salario mínimo o las pensiones, se beneficia también a los catalanes. Cuando Rajoy llega al Gobierno había un 18% de independentistas y cuando lo deja hay un 48%. A la derecha independentista le interesaba la confrontación con el Estado porque obtenía réditos electorales, y al PP también, porque perdía votos en Barcelona, pero los ganaba en Valladolid, Sevilla u Oviedo. Hay que entender la desafección de los catalanes y hay que dar respuesta a sus problemas. Ahora bien, cuando nos hablan de referéndum de autodeterminación nosotros decimos: votar, sí; pero votar sobre un acuerdo, no para una ruptura. Hablamos de elaborar, todos los catalanes juntos, un Estatuto que dé respuesta a las necesidades de Cataluña y que recoja las demandas que recortó el Tribunal Constitucional.

-¿Esa es la línea roja?

-Sí, pero no es que lo diga Adriana Lastra o Pedro Sánchez, es que ya lo decía Alfredo Pérez Rubalcaba. Esta es la línea política del PSOE desde hace muchos años. Me hace gracia oír a líderes de la derecha decir sanchismo cuando hablamos de un nuevo Estatuto; en tal caso será rubalcabismo. La línea es la declaración de Barcelona y la de Granada, en la que también estaba Javier Fernández como presidente del congreso territorial del PSOE.