La Guardia Civil desconocía que Trashorras, el tipo que vendió los 300 kilos de dinamita a Jamal Ahmidam, el Chino , para perpetrar los atentados del 11-M era confidente de la policía. Y a su vez, la policía no sabía que dos confidentes de la Guardia Civil, Zuher y Nayo , habían proporcionado información sobre robos de explosivos que implicaban a su confidente y al cuñado de éste, Toro. Esa falta de coordinación permitió a Trashorras realizar sus contactos con los terroristas sin levantar las sospechas de sus contactos.

Según responsables policiales, si entonces se hubieran cruzado los datos, se hubiera podido descubrir el destino de los 150 kilos de goma-2 robados a primeros del 2003. También se hubiera podido seguir a los dos individuos de "aspecto árabe" que a finales del 2003 se reunieron con Trashorras en Avilés. Nada de eso se hizo.

A la descoordinación se sumó la fatalidad. Los dos guardias civiles de tráfico que echaron el alto, el 29 de febrero, a Ahmidam cuando conducía un Toyota Corolla con matrícula 9231, troquelada en un taller de Avilés, no pudieron identificarle. Comprobaron su pasaporte belga con el nombre falso de Youssef ben Salah, y le colocaron tres multas --una por exceso de velocidad, otra por no llevar seguro y otra por carecer de la documentación del vehículo-- y le dejaron seguir sin abrirle siquiera el maletero en el que supuestamente llevaba los explosivos.

La falta de coordinación impedía, además, a la Guardia Civil saber que Ahmidam estaba siendo controlado telefónicamente por agentes de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de Madrid y que tanto él como su superior ideológico y