La monarquía alauí sabe cómo tratar a sus invitados, para bien y para mal. El todopoderoso Mohamed VI puede dejar plantado a un dignatario durante horas o, si le conviene, agasajarlo con honores casi propios de un jefe de Estado. Ayer, con José Luis Rodríguez Zapatero, el rey de Marruecos se mostró más obsequioso que en su última cita con José María Aznar, pero también aprovechó para regalarse uno de los baños de masas que usa para reforzar su autoridad.

El mandatario español fue recibido en el aeropuerto de Casablanca por una delegación encabezada por el primer ministro marroquí, Driss Jettu, y por una orquesta que interpretó el himno español en su versión larga, reservada a los honores de Estado que se rinden al rey Juan Carlos. La ocasión también permitió que Zapatero, por vez primera, pasara revista a unas tropas en formación: las del Ejército del Aire de Marruecos. Tan envarado como cuando tiene que posar ante las cámaras, el presidente anduvo frente a los soldados sin saber qué hacer. La mili que nunca hizo tal vez le hubiera servido de ayuda ante este brete.

Después de que Mohamed VI le recibiera durante unos minutos en una de sus muchas residencias privadas, la villa real de Amfa, ambos se acercaron a la plaza de la Wilaya para descubrir una placa en memoria de las 45 víctimas de los atentados islamistas del pasado 16 de mayo en Casablanca, en los que fallecieron cuatro españoles.

´Espontáneos´ uniformados

En vez de un sentido tributo a las víctimas, el acto se tornó un homenaje espontáneo a Mohamed VI. Centenares de personas, entre ellas jóvenes uniformados con una camiseta con la consigna antiterrorista --"No toques a mi país"--, vitorearon al rey, que se dejó tocar por sus súbditos. Por fortuna, el almuerzo posterior impidió que Zapatero se convirtiera en el convidado de piedra del monarca.