Los militantes del PSOE decidieron este domingo cortar por lo sano con la senda de su partido en los últimos meses. Si en las primarias del 2014 se habían mostrado permeables a las directrices que les llegaban de sus jefes, esta vez las bases optaron por la rebelión contra las altas esferas, votando mayoritariamente al candidato rupturista. Solo que en ambos casos, entonces y ahora, el elegido como nuevo secretario general es el mismo: Pedro Sánchez, que con el 85% escrutado obtuvo el 50% de los votos (63.379), frente al 40% (51.518) de Susana Díaz y el 10% (12.865) de Patxi López.

La trayectoria de Sánchez, su ascenso, caída y posterior resurrección, es una de las más extrañas de la historia política de la España reciente. Llegó de la mano de los barones, que dos años después, a raíz de sus malos resultados y su negativa a permitir la continuidad de Mariano Rajoy en la Moncloa, abocando así a España a unas terceras elecciones generales en un año, forzaron su dimisión. Una salida así no tenía precedentes en la historia de los liderazgos socialistas, pero después llegó algo todavía más desgarrador para el partido, la abstención ante el PP, y ambos factores convirtieron a Sánchez, que decidió renunciar a su escaño, en un dirigente completamente nuevo. Alguien que ya no aboga por el “mestizaje ideológico” con Ciudadanos y exhibe en sus actos una gigantesca bandera rojigualda, sino que levanta el puño, canta La Internacional y reclama que Catalunya sea reconocida como una nación.

Con ese relato, el del líder sacrificado por la cúpula de su partido en el altar de la derecha, Sánchez ha vencido al 'establishment' socialista (líderes territoriales, dirigentes históricos y la mayoría de diputados, que apoyaban a Díaz) y al 'establishment' económico, donde este economista, al que hasta hace poco perseguía su fama de neoliberal, suscita muchísimos recelos. Su victoria, con todo en contra, parecía una quimera hace solo un mes, pero el nuevo líder ha sabido captar como nadie ese “fuego interior” que recorre las bases socialistas (la expresión es de Javier Fernández, el presidente de la gestora, que apoyaba a Díaz) y obtener un triunfo incontestable: la mitad de los afiliados que participaron le dieron su apoyo.

LA POSICIÓN DE LOS BARONES

Nadie en el PSOE, ni los partidarios ni los detractores del vencedor, se atreven a pronosticar qué pasará a partir de ahora, más allá de constatar que la división interna se mantiene. El triunfo de Sánchez coloca en muy mal lugar a los principales barones del partido (entre ellos todos los presidentes autonómicos, empezando por la propia Díaz, salvo la balear Francina Armengol), a quienes la militancia ha dado la espalda de forma mayoritaria. Pese a que aún tienen margen para desestabilizar al recién elegido, como hicieron en el pasado, su autoridad pasa por horas muy bajas, algo que puede tener efectos sobre sus propios gobiernos. Aun así, el equipo del nuevo secretario general ha lanzado estos días mensajes tranquilizadores, señalando que no intentarán acabar con sus liderazgos en las federaciones.

Donde sí habrá cambios es en el grupo parlamentario, empezando por su portavoz, Antonio Hernando, quien estuvo al lado de Sánchez hasta que cayó para pasarse justo después al bando abstencionista.

Al mismo tiempo, el PSC, cuyas relaciones con el PSOE han estado sometidas a una enorme tensión en los últimos tiempos, encara esta etapa desde una posición de fortaleza. Gran parte de la resurrección de Sánchez se debe a los afiliados catalanes, un colectivo en el que cosechó el 82% de los votos y que ahora espera que el nuevo líder dé los pasos prometidos en política territorial, donde las federaciones socialistas del sur tienen una sensibilidad muy distinta.

En una campaña de tanta intensidad emocional como esta, en la que Sánchez ha cabalgado a lomos del rechazo de la abstención, los peligros de generar frustración tras el triunfo son elevados, reconocen sus colaboradores. Rajoy continúa en la Moncloa y Sánchez deberá decidir qué hacer. Sobre todo en su relación con Podemos, una parcela en la que ha cambiado de mensaje durante este periodo. Sumarse a la moción de censura registrada por el partido morado está descartado, pero no presentar una propia, si tiene visos de salir adelante. Al contrario. “Más pronto que tarde, el PSOE volverá a gobernar España, a través de una moción constructiva o tras unas elecciones”, dijo el pasado viernes en una entrevista con este diario.

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