El término chambra es de origen francés y sirve para denominar distintas prendas femeninas de carácter interior, pero también define una blusa exterior que se coloca sobre la camisa, prolifera desde el último 1/4 del siglo XIX y sustituye al justillo o al jubón en el día a día.

Siempre tiene manga larga y ancha, se lleva tanto en invierno como en verano, variando la calidad del tejido. Las más abundantes son de algodón estampado, en tonos sufridos o bien negro.

Tienen cuello a caja, sin escote, contando a veces con una tirilla que lo remata o un cuello vuelto redondeado. Están abiertas por delante, cerrándose por medio de botones, broches o corchetes que pueden o no quedar ocultos bajo una pata o tira vertical pespunteada.

A la altura de la cintura cuentan con una jareta por la que discurre un cordón, veta o goma que ciñe la prenda. La longitud de la chambra se prolonga unos 10-12 cm por debajo de la cintura formando a modo de un pequeño faldón que queda sobre la cadera y se luce por encima de la saya.

A pesar de su sencillez puede contar con algún detalle de adorno en las bocamangas; en los delanteros y en la espalda igualmente pueden presentar grupos de lorzas verticales pespunteadas, pinzas o el canesú a contrahilo.

Como es norma establecida para una aragonesa, la chambra debe quedar cubierta por un pañuelo, mantoncillo o en su lugar una toquilla, prenda ésta de la que es contemporánea.