-Vivimos tiempos tan cínicos que hablar del sentimiento amoroso con sinceridad casi se ha convertido en un tabú, ¿no le parece?

-Sí, y especialmente cuando se trata de hablar de eso a través de una comedia romántica. Es un género completamente denostado, y no es justo; porque no hay nada más difícil que hacer una buena comedia, elegante, con buenos diálogos y situaciones verosímiles, y un humor que no sea de pedos y trompazos. Pero sí, creo que es preciso que dejemos de tenerle miedo a hablar del amor en primera persona. No hay otro sentimiento que nos impacte de forma tan poderosa.

-La película habla de las dificultades que las parejas de larga duración tienen para mantener la llama. ¿Sabe usted cómo se hace?

-Es un tópico pero es cierto: hay que ir alimentando la pareja a diario, y no creo que se trate simplemente de mandar flores. Las cosas premeditadas no funcionan. Para mantener la frescura hay que escuchar al otro, atenderlo y hacérselo notar, y no caer en la rutina. Y hace falta sinceridad, tener el atrevimiento de pelearse si es necesario, y no caer en eso tan políticamente correcto de tragar y tragar hasta reventar.

-Sin duda usted sabe de lo que habla. Lleva 30 años con la misma mujer.

-No, no es la misma. Florencia va cambiando constantemente, está en permanente movimiento. Todos los días me asombra de alguna manera, es increíble. Es una mujer que no te permite ningún tipo de rutina. Decir que ella ha dado sentido a mi vida es quedarse corto; sin duda, me la ha salvado. Es una luchadora feroz, y no le tiene miedo a nada. Y lo que ella ha hecho por nuestros hijos es impresionante. Yo también he aportado mi grano de arena, pero no se puede comparar.

-También tiene un lado oscuro. ¿Cómo ha llevado las acusaciones de maltrato que las actrices Valeria Bertuccelli y Érica Rivas lanzaron sobre usted hace unos meses?

-Ha sido doloroso. Y cuando te arrojan ese tipo de porquería es muy difícil quitártela de encima. Se queda ahí para siempre, lista para que alguien te la señale en cualquier momento, si quiere hacerte daño. Sigo sin explicarme por qué y para qué dijeron lo que dijeron. Por supuesto que tuvimos discusiones, pero solo las normales entre compañeros de trabajo. Tampoco quiero cargar contra estas personas, porque en realidad no tengo nada en contra suya.

-¿Diría usted que, en cierta medida, las acusaciones son producto del exceso de vehemencia con el que han irrumpido movimientos como el MeToo?

-No lo sé. En todo caso, es una vehemencia lógica. El sometimiento, el ninguneo y la humillación a los que la mujer ha sido sometida desde tiempos inmemoriales necesariamente tenían que encontrar una válvula de escape. La cultura machista en la que nos hemos criado tenía que llegar a este punto y yo estoy contento de que así haya sido, por todas las mujeres a las que he conocido y por aquellas a las que no conoceré jamás. Y siento que la única manera de lograr verdaderos cambios es dándonos amor los unos a los otros. Creo que usar estos aires de cambio para llevar a cabo venganzas personales es lamentable.