Tailandia vivió ayer una de las jornadas más sangrientas de su historia. Los violentos combates que estallaron en tres provincias del sur del país entre separatistas musulmanes y las fuerzas de seguridad provocaron al menos 112 muertos. La mayoría de los insurgentes eran musulmanes, una minoría en Tailandia. Lo ocurrido correspondía a escenas propias de una guerra. La violencia surgió cuando jóvenes rebeldes musulmanes asaltaron más de una docena de instalaciones militares.